Hiro Onoda, el soldado japonés que se negó a rendirse durante 30 años en la Segunda Guerra Mundial

Este soldado japonés, nacido en 1922, fue enviado en diciembre el año 1944 a la Isla de Luban, en Filipinas, para realizar una guerra de guerrillas contra los estadounidenses

Madrid

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Hay historias que todavía, a día de hoy, nos sorprenden. Y la del soldado japonés Hiro Onoda no podía quedarse atrás. Para comprender la magnitud de su valentía, es necesario remontarse hasta la Segunda Guerra Mundial.

Este soldado japonés, nacido en 1922, fue enviado en diciembre el año 1944 a la Isla de Luban, en Filipinas, para realizar una guerra de guerrillas contra los estadounidenses. Todo esto en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Además del adiestramiento estricto que había recibido antes de ser mandado al frente, los soldados tenían un pilar fundamental sobre el que basar su actividad en el campo de batalla: no rendirse nunca, así como tampoco quitarse la vida. En otras palabras, los japoneses no tenían más opciones más que perder la vida en la guerra o volver a casa con vida. Y Onoda es el claro ejemplo de esta primera norma.

En este contexto, y tras el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki; la invasión soviética de Manchuria y la rendición de Japón, que dieron así fin a la guerra, Onoda no sintió que la batalla hubiera terminado para él. Pero no porque realmente él quisiera seguir combatiendo, sino porque en septiembre de 1945, él no concebía la idea de que Japón se hubiera rendido ante los estadounidenses. Él y varios soldados que estaban bajo su cargo se negaron a creerlo. Para ellos la guerra seguía en pie y no parecía que hubiera nada que pudiera pararles los pies.

No obstante, el grupo fue reduciéndose. Uno de sus soldados se rindió en 1950 a las fuerzas filipinas y dos fueron asesinados a tiros en 1954 y 1972.

Nadie era capaz de conseguir que Onoda entrara en razón, ni siquiera quienes se propusieron ir a buscarle para llevarle de vuelta a casa. No fue hasta que sus superiores dieron la orden de que tirara las armas y volviera a Japón.

Después de treinta años creyendo que la guerra seguía en activo, y pese a los crímenes que había cometido sin estar en un contexto bélico, el presidente filipino le otorgó un perdón presidencial. Onoda volvió a Japón, donde fue recibido como un héroe por todos los ciudadanos. Como no podía ser de otra forma, el soldado japonés volvió a un país que era incapaz de reconocer, lleno de altos edificios, vehículos modernos y nuevas tecnologías que él jamás hubiera imaginado cuando marchó al a guerra treinta años atrás.

Años más tarde, Onoda creó una escuela de supervivencia con el objetivo de transmitir los valores de valentía que a él le ayudaron a pasar tantos años en la lucha.