SALAMANCA
La bravura de "Chillón" de Galache y el toreo eterno de Morante
Notable corrida de Galache con la que López Chaves salío a hombros y Morante dejó una tarde para el recuerdo.
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No se conjugaron porque uno cayó en manos de otro torero y el otro lidió dos toros complejos a los que cuajó con su tauromaquia eterna. "Chillón" de Francisco Galache apunta a Toro de Oro de la Feria de Salamanca. Morante, en justicia, debería llevarse el de mejor faena del ciclo charro. Ambos marcaron un festejo con muchos matices. Tantos como la encastada y noble corrida de Galache, con hasta cinco toros con muchas posiblidades para el triunfo.
Enamoró desde que salió al ruedo de La Glorieta "Chillón". Un toro berrendo en cárdeno, astifino, fino de cabos y entipado dentro de su vareada anatomía. Una pintura de toro que demostró su chispa y enclasada embestida desde que tomó los vuelos del capote de Domingo López Chaves. Se arrancó con alegría al peto empujando después con riñones y metiendo la cara abajo. La bravura ejemplarizada en el caballo. Después, tuvo humillación, fijeza, prontitud, repetición, profundidad, ritmo y clase en sus embestidas. Ahí es nada. ¿Cómo era eso de que los encastes minoritarios son minoritarios porque no embisten? ¿Me lo pueden repetir? ¡Ja! El torero salmantino le cogió el aire al toro de Galache ya mediada la faena. Una tanda en redondo ligada y profunda por este pitón fue el cénit del trasteo. Pero quedó la sensación de no terminar de cuajar a un toro casi de diez al que solo le faltó una segunda vara para haber merecido el indulto. Lo mató por derecho y "Chillón" murió sin abrir la boca. La vuelta al ruedo al toro fue justa y pedida mayoritariamente. Las dos orejas para el torero sí contaron con algún voto en contra.
López Chaves en quinto lugar se las vio con un toro que perdió las manos en los primeros tercios y al que el palco aguantó. La casta del animal le hizo venirse arriba y no claudicar después en el de muleta. También ayudó la técnica y el temple del torero de Ledesma. Pero cuando parecía que podía haber comúnión entre toro y torero, llegaron ciertos desacoples en toques y alturas y todo se descompuso.
Morante de la Puebla toreó soberanamente bien al toro de Galache que abrió plaza. Sin inercias del toro, el sevillano cuajó un ramillete de verónicas pletóricas de mando y expresión. Tras emplearse en varas, el 'vega-villar' desarrolló humillada nobleza pero contado poder. Morante lo toreó al ralentí con momentos sublimes de toreo al natural, llevando cosida la embestida a la muleta. Pero aquello, no se sabe por qué, no caló en unos tendidos demasiado expectantes. Lo cazó de una estocada muy habilidosa.
Pero donde llegó el cante grande de Morante fue con el cuarto, un toro por el que nadie daba un duro en el inicio de faena pero por el que apostó el diestro cigarrero. Paciente, haciendo poco a poco al toro, limando defectos y pisando unos terrenos comprometidos para la ligazón, el de La Puebla extrejó muletazos profundos, de un embroque puro y un ajuste asfixiante. Un deleite para el aficionado y una clase magistral para aquel que aspire a vestir de luces en un futuro. Una estocada casi entera tendida tumbó al toro. El palco solo concedió un trofeo... Inexplicable la cerrazón del usía para no asomar el segundo moquero. Para él la perra gorda y para Morante la gloria y el reconocimiento de un torero de época.
Alejandro Marcos sorteó en primer lugar un animal que sangró mucho por culpa de un puyazo caído. Todo resultó demasiado ligero, faltando mando en los momentos cruciales del trasteo. Con el sexto, el más basto y bruto en sus embestidas, el de La Fuente de San Esteban no pasó de voluntarioso.
Salamanca, viernes 16 de septiembre. 3ª de Feria. Casi tres cuartos de plaza.
Toros de
, bien presentados, en tipo aunque de desiguales hechuras. Conjunto encastado, noble, enclasado y humillador. Destacó el bravo segundo, "Chillón", nº nº 23, de 480 kilos, premiado con la vuelta al ruedo.
Morante de la Puebla, saludos y oreja con fuerte petición de la segunda tras aviso.
Domingo López Chaves, dos orejas y saludos.
Alejandro Marcos, silencio y silencio