La primera parte de la campaña electoral catalana nos deja la posibilidad de un cambio y la constatación de que hay cosas que no se han movido. La posibilidad de cambio está en las encuestas que atribuyen una victoria a Ciudadanos y la pérdida de la mayoría absoluta del bloque independentista. Los sondeos no son pronósticos firmes, máxime cuando hay un alto porcentaje de indecisos. Pero solo la posibilidad ya es una novedad.

En el bloque independentista la competencia entre JpC y ERC ha radicalizado las posiciones. A juzgar por lo que dicen los sondeos, la campaña le está yendo bien a Puigdemont, que se presenta como la opción que permite restaurar un supuesto asalto a la democracia. Tan bien le ha ido a Puigdemont que está empatado con ERC, la formación que partía como la gran favorita. La debilidad de Marta Rovira, la líder de facto de los republicanos, tiene consecuencias. Por eso desde hace tres días ERC ha decidido radicalizar su mensaje y apostar claramente, de nuevo, por la secesión unilateral.

Puigdemont y la sociología del bloque independentista han vuelto a poner el reloj en el minuto de la Declaración Unilateral de Independencia. Lo que supone una desgracia no solo para Cataluña y el resto de España, sino una fuente de frustración para los votantes secesionistas que vuelven a una vía muerta donde no hay salida.