Los últimos días han traído significativos avances en la guerra que se libra contra el ISIS tanto en Iraq como en Siria. No está lejos la victoria militar sobre el cruel grupo terrorista que tuvo una amplia base territorial. Eso no significa que el ISIS vaya a ser derrotado definitivamente. El ISIS previsiblemente se convertirá en algo similar a lo que fue Al Qaeda: una organización sin base física, lo que la debilita pero le permitirá seguir sembrado el dolor y la muerte.

En Siria la victoria sobre el ISIS no significa el fin del yihadismo. La seguridad seguirá siendo un problema porque los que pierden el control de ciertas zonas vuelven a golpear utilizando las fórmulas del terrorismo clásico. Desechada por vía práctica la pretensión de Estados Unidos de sacar del Gobierno a Assad antes de acabar la guerra, cuando concluya habrá llegado la ocasión de plantear una transición sin imponer los esquemas propios de Occidente. La reconstrucción debe ser rápida para facilitar la vuelta de los refugiados. Será decisivo saber qué hacen los refugiados cristianos, que son un test de la mejora de la seguridad y la libertad. En Iraq la situación es más complicada porque es necesario desarrollar un proyecto nacional en el que puedan reconocerse chiítas, suníes y kurdos. Estos últimos prefieren la independencia, lo que puede generar un nuevo conflicto.