Pablo Iglesias dice adiós al gobierno de España. Veremos si es para bien en el futuro. Llegó prometiendo que la gente tendría voz y voto en Moncloa. Voto, el que le llevó a él allí. Voz poquita, porque la actividad del vicepresidente, hasta hoy durante dos años, ha sido más bien escasa. Ha sido el agente de Podemos en el Gobierno. Ahora, el representante de la gente justito o menos. Iniciativas se le conocen pocas, comparecencias y explicaciones menos aún y trabajo, lo que es trabajo, brilla por su ausencia. Ahora da un paso atrás y se convertirá, dicen que es lo que temen en la Moncloa, en el agente de la oposición.

Ruido puede hacer y los problemas siguen siendo los mismos. Nos prometían que con un Gobierno de coalición PSOE-Podemos iba a ser el fin del encaje o del problema del encaje institucional de Cataluña. Oiga, ahí sigue. Puigdemont enredando desde Waterloo y seguimos sin Gobierno de la Generalitat. Vamos a pasar dos meses interesantes, aunque haya cada vez más españoles que aquello que pasa en Barcelona, ya no les importa porque nos interesan más las vacunas, que Canadá haya dicho que la de AstraZeneca, lo de los trombos es algo muy raro y la economía, que estamos gastando a manos llenas aunque la ministra diga que tampoco es un problema. ¿No? No tardaremos en verlo.