No es casualidad que el presidente del Gobierno, candidato a la reelección, sea el único responsable político que ha preferido mirar para otro lado y hacer todo lo posible por no decir “ni mu” tras los actos de acoso que han sufrido dirigentes políticos de Ciudadanos y del PP en Euskadi y en Cataluña.

Hasta Podemos se ha referido a ellos. Es verdad que Podemos siempre ha sido muy permisiva con todo tipo de escraches, siempre que no sea a alguno de los suyos. Éste, en concreto, lo han justificado con el mismo argumento que utilizan los radicales que los protagonizan: acusando a las victimas de ir provocando.

Ciudadanos se pregunta dónde esta la Fiscalía después de que todos viéramos el odio con el que fueron recibidos en Renteria; y Pablo Casado se propone “recuperar la libertad” en el País Vasco y en Cataluña”.

Todos se han pronunciado, salvo el presidente del Gobierno que guarda un calculado silencio tras esas escenas, no de ataque a un partido u otro, sino de ataque a la esencia misma de la democracia.

En el Partido Socialista lo fían todo a lo que entienden como la genialidad de haber convocado las elecciones en plena Semana Santa: “Total, si nadie se entera de lo que pasa, para qué vamos a darle altavoz a la campaña de Ciudadanos”. Algo así es lo que hay detrás de ese silencio de Pedro Sánchez. Esa supuesta indiferencia es en realidad puro cálculo electoral. lo que lo convierte en doblemente vergonzante.