¿Por qué el Papa Francisco siente predilección por los presos?

Este Jueves Santo el pontífice lavará los pies de 12 presos de la cárcel romana de Velletri, otro gesto de cercanía especial de Francisco con los presos

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En su séptima Semana Santa como pontífice, el Papa se acercará hasta el Centro Penitenciario de Velletri, a las afueras de Roma, donde lavará los pies a 12 reclusos de un centro en los que casi la mitad son extranjeros. Es la quinta ocasión en la que escoge una cárcel para celebrar la Misa de la Cena del Señor. En años anteriores acudió a la prisión de Regina Coeli de Roma (2018), a la de Paliano (2017), Rebibbia (2015), y a un centro de detención para menores de Casal de Marmo (2013).

Francisco tiene una predilección especial por los presos. Desde que era arzobispo de Buenos Aires conoce muy de cerca lo que ocurre tras los muros de una cárcel. Y la razón es sencilla, en una prisión, se concentran las nuevas formas de cautividad que tanto conmueven al papa: violencia, soledad, delincuencia, marginación, drogas, sufrimiento, familias rotas y todo tipo de necesidades humanas y afectivas.

Las visitas del Papa a las cárceles, una invitación a la esperanza

Cada vez que Francisco entra en una cárcel, se hace siempre las mismas preguntas: ¿Por qué están ellos presos y no yo?; ¿Tengo más mérito que ellos para no estar allí? ¿Por qué ellos han caído y yo no? Es un misterio que me acerca a quienes están en las cárceles: “El Señor no se queda fuera de las cárceles. Está dentro de sus celdas”, recordaba Francisco a los capellanes de las prisiones italianas en octubre de 2013. Por este mismo motivo, en muchos de sus viajes internaciones se reserva un tiempo para acercarse a una prisión.

No olvidemos que para que la pena sea fecunda debe tener un horizonte de esperanza

Su costumbre de visitar las cárceles no es nueva. Lo hacía ya en Buenos Aires y se sigue escribiendo con muchos presos. Sabemos incluso que está en contacto con algún condenado a muerte. El mismo ha contado que algún domingo llama a los reclusos del Centro Penitenciario de Ezeiza, el más grande de Argentina. Uno de los módulos de esa prisión alberga a un grupo de detenidos que intentan aprender una profesión. Cuando le llegaron noticias sobre el éxito que estaba teniendo un taller de música, no dudó en enviarles un videomensaje para felicitarlos: “Es un aliento de vida esto que está sucediendo en el penal entre ustedes. Y la vida es un regalo, pero un regalo que hay que conquistarlo cada día. Todos tenemos dificultades, pero ese regalo lo cuidamos y lo hacemos florecer”.

En cada una de sus visitas suele invitarles a la esperanza. A que, mientras cumplen condena, pongan su meta en proyectos futuros en libertad para que su paso por la cárcel tenga sentido. En este mismo videomensaje a los presos de Ezeiza les decía: “Los internos están pagando una pena, una pena por un error cometido. Pero no olvidemos que para que la pena sea fecunda debe tener un horizonte de esperanza, de lo contrario, queda encerrada en sí misma y es solamente un instrumento de tortura, no es fecunda".

"Las barras de la cárcel no pueden separarnos del amor de Dios"

En sus viajes internacionales Francisco ha visitado algunas de las cárceles más peligrosas del mundo. Estuvo en la de Palmasola, en Bolivia, una especie de ciudad-prisión donde conviven cuatro mil detenidos por delitos graves. Un lugar donde son frecuentes tanto los motines que terminan de forma sangrienta como las reyertas entre bandas de presos que se disputan el poder en el penal. Un día antes de que el papa visitase la cárcel de Ciudad Juárez, en México, en otra prisión cercana, la de Topo Chico, 52 presos perdieron la vida en una reyerta multitudinaria.

Cada vez que el papa entra en una cárcel es como si no tuviera que hacer otra cosa más importante en el mundo. Ajeno a la comitiva que le acompaña, lo que realmente le importa es apretar la mano que le tiende uno, bendecir los objetos religiosos que le muestra otro y conocer a los familiares que le enseñan en una fotografía.

Vosotros sois para mí Jesús, sois mis hermanos

Durante su viaje a Milán, el papa dedicó nada menos que tres horas de su intensa agenda a visitar la gigantesca cárcel de San Vittore. Estuvo charlando con los presos comunes, pero también visitó una galería de protección especial que custodia a policías, transexuales y pedófilos para protegerles de agresiones por otros internos. El motivo de ir a verlos -les confesó Francisco-, era seguir el consejo de Jesús cuando dijo: “Estaba en la cárcel y vinisteis a visitarme. Vosotros sois para mí Jesús, sois mis hermanos. El Señor os ama tanto como a mí. Somos hermanos pecadores”.

Otro día, en la prisión de Nápoles se quedó a comer con 120 reclusos. En aquella comida compartida se mezclaba incredulidad, admiración y agradecimiento por parte de los detenidos, quienes no terminaban de creerse que estaban compartiendo el rancho diario con el papa. Antes de almorzar, Francisco había querido dejarles algo muy claro: “Aunque nos hayamos equivocado, el Señor no se cansa de indicarnos el camino de regreso y del encuentro con Él. Nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni siquiera las barras de una cárcel".

El Jueves Santo, cerca de todos los presos

Pero está claro que a Francisco le gusta celebrar uno de los días centrales de la Semana Santa, el Jueves Santo, junto a los presos.

Nada más ser elegido papa fue a la prisión para jóvenes de Casal del Marmo en Roma, donde lavó los pies a 12 chicos y chicas, incluida una joven musulmana. En 2015 se trasladó hasta el enorme complejo penitenciario de Rebibbia, a las afueras de Roma, donde cumplen condena cerca de 2.500 personas entre hombres y mujeres. En esta cárcel Francisco se arrodilló para lavar los pies de una reclusa nigeriana y de su hijo pequeño de 3 años. Tras secarlos, depositó un beso sobre ellos con infinito cuidado.

Años más tarde, en 2018, acudió a la histórica cárcel romana situada en el Trastevere, “Regina Coeli” que recibe el nombre de un antiguo convento de carmelitas dedicado a la Virgen que había en ese lugar. En cuanto llegó al penal se dirigió, en primer lugar, a la enfermería donde estuvo visitando a los detenidos ingresados. Después, en la ceremonia Francisco lavó los pies a otros 12 presos, incluidos dos musulmanes, un ortodoxo y un budista. 

Contundente contra la pena de muerte

En esta visita, el papa se mostró muy contundente al rechazar la pena de muerte: “Toda pena debe estar abierta al horizonte de la esperanza, por eso no es ni humana ni cristiana la pena de muerte, porque no conduce ni a la esperanza ni a la reinserción”

No es ni humana ni cristiana la pena de muerte

Desde hacía tiempo el papa Francisco estaba trabajando junto a un equipo de teólogos para una reforma del Catecismo de la Iglesia Católica que excluyera por completo la pena de muerte. En un discurso con motivo del 25 aniversario del Catecismo, Francisco -siguiendo el rumbo marcado por Juan Pablo II y Benedicto XVI- declaraba con rotundidad que la pena de muerte era “inadmisible” en cualquier circunstancia. En aquella ocasión añadió que el texto debía modificarse para excluir esa condena en todos los casos, recogiendo “no solo el progreso de la doctrina a cargo de los últimos pontífices sino también la nueva conciencia del pueblo cristiano, que rechaza una pena que daña gravemente la dignidad humana”.

El anuncio oficial de su eliminación definitiva del catecismo fue una auténtica bomba mediática en agosto de 2018. El Vaticano presentaba el nuevo texto revisado del Catecismo en el que la Iglesia se comprometía además a luchar por la abolición de la pena de muerte en todo el mundo.

Un Jubileo de la Misericordia mirando a los presos

Francisco también quiso reservar una jornada del Jubileo de la Misericordia para convocar a los presos en el Vaticano.

En la nave central de la Basílica de San Pedro habilitaron asientos para unas 4.000 personas que albergaron a reclusos procedentes de 12 países: España, Inglaterra, Italia, Letonia, Madagascar, Malasia, México, Países Bajos, Estados Unidos, Sudáfrica, Suecia y Portugal. Entre ellos, algunos condenados a cadena perpetua.

La homilía del papa fue un llamamiento a la esperanza: “Que ninguno de ustedes se encierre en el pasado. La historia pasada, aunque lo quisiéramos, no puede ser escrita de nuevo. Pero la historia que inicia hoy y que mira al futuro está todavía sin escribir, con la gracia de Dios y con vuestra responsabilidad personal. Queridos reclusos, es el día de vuestro Jubileo. Que hoy, ante el Señor, vuestra esperanza se encienda.”.

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