Audiencia del miércoles, 21 de diciembre de 2016

Que la Navidad sea un germen de esperanza

cope.escope.es

Tiempo de lectura: 6’

Miles de peregrinos han acudido esta mañana al aula Pablo VI para asistir a la audiencia del Papa Francisco en este miércoles 21 de diciembre, en los prolegómenos del Tiempo de Navidad. Precisamente en su catequesis, el Santo Padre ha reflexionado sobre la Encarnación, en el contexto navideño:Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!Hemos iniciado hace poco un camino de catequesis sobre el tema de la esperanza, muy apropiado para el tiempo del Adviento. A guiarnos hasta ahora ha sido el profeta Isaías. Hoy, a pocos días de la Navidad, quisiera reflexionar de modo más específico sobre el momento en el cual, por así decir, la esperanza ha entrado en el mundo, con la encarnación del Hijo de Dios. El mismo profeta Isaías había preanunciado el nacimiento del Mesías en algunos pasajes: «Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel» (7,14); y también – en otro pasaje – «Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces» (11,1). En estos pasajes se entre ve el sentido de la Navidad: Dios cumple la promesa haciéndose hombre; no abandona a su pueblo, se acerca hasta despojarse de su divinidad. De este modo Dios demuestra su fidelidad e inaugura un Reino nuevo, que dona una nueva esperanza a la humanidad. Y ¿cuál es esta esperanza? La vida eterna.Cuando se habla de la esperanza, muchas veces se refiere a lo que no está en el poder del hombre y que no es visible. De hecho, lo que esperamos va más allá de nuestras fuerzas y nuestra mirada. Pero el Nacimiento de Cristo, inaugurando la redención, nos habla de una esperanza distinta, una esperanza segura, visible y comprensible, porque está fundada en Dios. Él entra en el mundo y nos dona la fuerza para caminar con Él – Dios camina con nosotros en Jesús –, caminar con Él hacia la plenitud de la vida; nos da la fuerza para estar de una manera nueva en el presente, a pesar de ser difícil. Entonces, esperar para el cristiano significa la certeza de estar en camino con Cristo hacia el Padre que nos espera. La esperanza jamás está detenida, la esperanza siempre está en camino y nos hace caminar. Esta esperanza, que el Niño de Belén nos dona, ofrece una meta, un destino bueno en el presente, la salvación para la humanidad, la bienaventuranza para quien se encomienda a Dios misericordioso. San Pablo resume todo esto con la expresión: «Solamente en esperanza hemos sido salvados» (Rom 8,24). Es decir, caminando de este modo, con esperanza, somos salvados. Y aquí podemos hacernos una pregunta, cada uno de nosotros: ¿yo camino con esperanza o mi vida interior está detenida, cerrada? ¿Mi corazón es un cajón cerrado o es un cajón abierto a la esperanza que me hace caminar? No solo, con Jesús. Una buena pregunta por hacernos.En las casas de los cristianos, durante el tiempo de Adviento, se prepara el pesebre, según la tradición que se remonta a San Francisco de Asís. En su simplicidad, el pesebre transmite esperanza; cada uno de los personajes está inmerso en esta atmósfera de esperanza.Antes que nada notamos el lugar en el cual nace Jesús: Belén. Un pequeño pueblo de Judea donde mil años antes había nacido David, el pastor elegido por Dios como rey de Israel. Belén no es una capital, y por esto es preferida por la providencia divina, que ama actuar a través de los pequeños y los humildes. En aquel lugar nace el “hijo de David” tan esperado, Jesús, en el cual la esperanza de Dios y la esperanza del hombre se encuentran.Luego, miramos a María, Madre de la esperanza. Con su “si” ha abierto a Dios la puerta de nuestro mundo: su corazón de joven estaba lleno de esperanza, completamente animada por la fe; y así Dios la ha elegido y ella ha creído en su palabra. Aquella que por nueve meses ha sido el arca de la nueva y eterna Alianza, en la gruta contempla al Niño y ve en Él el amor de Dios, que viene a salvar a su pueblo y a la entera humanidad. Junto a María estaba José, descendiente de Jesé y de David; también él ha creído en las palabras del ángel, y mirando a Jesús en el pesebre, piensa que aquel Niño viene del Espíritu Santo, y que Dios mismo le ha ordenado de llamarlo así, “Jesús”. En este nombre está la esperanza para todo hombre, porque mediante este hijo de mujer, Dios salvará a la humanidad de la muerte y del pecado. Por esto es importante mirar el pesebre: detenerse un poco y mirar y ver cuanta esperanza hay en esta gente.Y también en el pesebre están los pastores, que representan a los humildes y a los pobres que esperaban al Mesías, el «consuelo de Israel» (Lc 2,25) y la «redención de Jerusalén» (Lc 2,38). En aquel Niño ven la realización de las promesas y esperan que la salvación de Dios llegue finalmente para cada uno de ellos. Quien confía en sus propias seguridades, sobre todo materiales, no espera la salvación de Dios. Pero fijemos esto en la cabeza: nuestras propias seguridades no nos salvaran. Las propias seguridades no nos salvaran, solamente la seguridad que nos salva es aquella de la esperanza en Dios, aquella que nos salva, aquella fuerte. Y aquella que nos hace caminar en la vida con alegría, con ganas de hacer el bien, con las ganas de ser felices para toda la eternidad. Los pequeños, los pastores, en cambio confían en Dios, esperan en Él y se alegran cuando reconocen en este Niño el signo indicado por los ángeles (Cfr. Lc 2,12).Y justamente ahí está el coro de los ángeles que anuncia desde lo alto el gran designio que aquel Niño realiza: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él» (Lc 2,14). La esperanza cristiana se expresa en la alabanza y en el agradecimiento a Dios, que ha inaugurado su Reino de amor, de justicia y de paz.Queridos hermanos y hermanas, en estos días, contemplando el pesebre, nos preparamos para el Nacimiento del Señor. Será verdaderamente una fiesta si acogemos a Jesús, semilla de esperanza que Dios siembra en los surcos de nuestra historia personal y comunitaria. Cada “si” a Jesús que viene es un germen de esperanza. Tengamos confianza en este germen de esperanza, en este sí: “Si Jesús, tú puedes salvarme, tú puedes salvarme”. ¡Feliz Navidad de esperanza para todos!Posteriormente ha hecho un breve resumen de su catequesis, saludando en los principales idiomas. También ha vuelto los ojos hacia las zonas más sumidas en guerra, con especial atención en El Congo:«A la luz de un reciente encuentro que he mantenido con el Presidente y el Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de la República Democrática del Congo, dirijo una vez más un apremiante llamamiento a todos los congoleños, para que, en este delicado momento de su historia, sean artífices de reconciliación y de paz.Aquellos que tienen responsabilidades políticas escuchen la voz de su  conciencia, sepan ver los crueles sufrimientos de sus connacionales y lleven en su corazón el bien  común.Al asegurar mi apoyo y mi afecto al amado pueblo de ese país, invito a todos a dejarse guiar por la luz del Redentor del mundo y ruego para que la Navidad del Señor abra caminos de esperanza».También en sus palabras de aliento a los peregrinos de tantos países, el Papa Francisco renovó su invitación a contemplar el Pesebre, dejando que nos impregne «la paz que Jesús viene a traer al mundo», reiterando que «el Niño Dios quiere caminar con nosotros a lo largo de nuestra vida».Y recordando que «en Jesús la esperanza se hizo carne»,  exhortó asimismo a abrir los corazones al Salvador del mundo - como hicieron María, José y los pastores - y a impulsar las obras de misericordia:«Invito a todos a la oración y al compromiso en las obras de misericordia para que la Navidad sea un encuentro personal con el Señor y suscite en nosotros propósitos de bien y de solidaridadPara nacer en la esperanza que Dios nos dona, con María, José y los pastores, abramos nuestros corazones a Jesús y acojamos en Él todo el amor de Dios hacia cada uno de nosotros».En la Navidad celebramos el Nacimiento de Cristo y se renueva la alegría de saber que Dios está entre nosotros, destacó también el Papa:«Deseo una Navidad verdaderamente cristiana para todos y sus familias, para que los deseos de ‘Felices fiestas’ que se intercambian sean expresión de la alegría que se siente al saber que Dios está en medio de nosotros. ¡Él quiere caminar junto con nosotros en la senda de la vida! Deseo a todos una Santa Navidad y feliz Año Nuevo, lleno de las bendiciones del Niño divino»No podía faltar el aliento navideño del Obispo de Roma a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados:«Queridos jóvenes, prepárense al misterio de la Encarnación con la obediencia de fe y la humildad de María. Ustedes, queridos enfermos, tomen de Ella aquella fortaleza y aquel ardor por Jesús que viene entre nosotros. Y, ustedes queridos recién casados, contemplen el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, para practicar sus mismas virtudes en vuestro camino de vida familiar».Finalmente ha rezado el Padrenuestro y ha impartido al Bendición Apostólica, especialmente para enfermos e impedidos.
Religión