AUDIENCIA 8 AGOSTO 2018

Francisco pide que sigamos a Cristo pobre como Santa Edith Stein

Miles de peregrinos han acudido a la audiencia del Papa Francisco en este 8 de agosto festividad de Santo Domingo de Guzmán, dentro de la cual ha pronunciado su catequesis.

Redacción Religión

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La audiencia se ha desarrollado en el aula Pablo VI debido al calor extremo de estos días. Durante su alocución Francisco ha continuado hablando de los Mandamientos haciendo alusión al Primero y al becerro de oro como pecado contrapuesto a este Mandamiento de Amar a Dios sobre todas las cosas.

El Santo Padre inicia su catequesis invitando a los 7 mil fieles presentes a detenerse en el contexto en el cual se desarrolla este episodio del libro del Éxodo, y se pregunta: ¿Qué es el desierto? “El desierto – afirma – es el lugar en el que reinan la precariedad y la falta de seguridad” donde no hay nada, “faltan el agua, la comida y el amparo”. Y ésta – evidencia el Papa – “es una imagen de la vida humana, cuya condición es incierta y no posee garantías inviolables”. Esta inseguridad genera en el hombre “ansiedades primarias”, como el comer y beber.

Francisco explica que la naturaleza humana, para escapar de la precariedad, de la precariedad del desierto, busca una religión ‘casera’: “si Dios no se deja ver, nos hacemos un dios a medida”   - afirma -  y pone en evidencia que “frente al ídolo no hay riesgo de una llamada a salir de la propia seguridad, porque los ídolos tienen boca y no hablan”. “Entendemos entonces – precisa el Papa -  que el ídolo es un pretexto para ponerse en el centro de la realidad, en adoración de la obra de las propias manos".

La necesidad de un ídolo lleva a Aarón a crear un becerro - entonces símbolo de fecundidad, abundancia, energía y fuerza - hecho de oro y, por lo tanto,  representación por excelencia de la riqueza.

“Estos son los grandes ídolos: el éxito, el poder y el dinero ¡Son las tentaciones de siempre!” advierte Francisco. “Esto es el becerro de oro: el símbolo de todos los deseos que dan la ilusión de libertad y que, en cambio, esclavizan, porque el ídolo siempre esclaviza”.

"La gran obra de Dios - subraya el Papa - es quitar la idolatría de nuestros corazones".

El Obispo de Roma explica a continuación que “todo nace de la incapacidad de confiar sobre todo en Dios, de poner nuestra seguridad en Él, de dejar que Él sea el que dé verdadera profundidad a los deseos de nuestros corazones”.  Y advierte que esto "también apoya la debilidad, la incertidumbre y la precariedad”.  La referencia a Dios – agrega el Papa – nos hace fuertes en la debilidad, en la incerteza y también en la precariedad” porque “sin la primacía de Dios caemos fácilmente en la idolatría y nos contentamos con miserables garantías”.

Lee aquí las palabras del Papa durante la catequesis

Sin embargo, aceptar a Jesús que "se hizo pobre por nosotros" es reconocer que "la propia debilidad no es la desgracia de la vida humana, sino la condición para abrirse a quien es verdaderamente fuerte":

“La salvación de Dios entra por la puerta de la debilidad” asegura el Santo Padre, subrayando que es “por su propia insuficiencia que el hombre se abre a la paternidad de Dios”. Y agrega: “La libertad del hombre nace en el dejar que el verdadero Dios sea el único Señor. Esto nos permite aceptar nuestra propia fragilidad y rechazar los ídolos de nuestros corazones”.

Mirar al Crucificado, para nosotros los cristianos, es reconocer que en Él  "débil, despreciado y despojado de todas las posesiones" está el verdadero rostro de Dios, "la gloria del amor y no la del engaño resplandeciente":

“Nuestra sanación viene de Aquel que se hizo pobre, que acogió el fracaso, que llevó al límite nuestra precariedad para llenarla de amor y fuerza. Él viene a revelarnos la paternidad de Dios; en Cristo nuestra fragilidad ya no es una maldición, sino un lugar de encuentro con el Padre y la fuente de nuevas fuerzas desde lo alto”, afirma el Papa.

Al término de la audiencia general, el Papa Francisco recordó la memoria litúrgica de Santo Domingo de Guzmán y la fiesta, mañana 9 de agosto, de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, que fue Edith Stein, co-patrona de Europa. "Mártir, mujer de coherencia, mujer que busca a Dios con honestidad, con amor – dijo Francisco  – y mujer mártir de su pueblo judío y cristiano”. Y con la esperanza de que Ella, la Patrona de Europa, rece y proteja a Europa de la frialdad, concluyó: “¡Y que Dios los bendiga a todos!”

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