El Papa aprueba el martirio de 12 Redentoristas de Madrid, asesinados por odio a la Fe en 1936

La Congregación para las Causas de los Santos insiste en que “los Siervos de Dios fueron asesinados por su identidad religiosa. Desempeñaban su ministerio con fervor"

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El Papa Francisco ha reconocido este sábado como mártires al sacerdote Vicente Nicasio Renuncio Toribio y once compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor en Madrid, asesinados por odio a la Fe en 1936

Durante los cruentos primeros meses de la Guerra Civil Española (1936-1939) en Madrid, sumida bajo el llamado “terror rojo”, la brutal persecución religiosa emprendida por milicianos de izquierda en la zona republicana, 6 sacerdotes y 6 laicos redentoristas fueron detenidos y asesinados por el único “delito” de ser católicos.

Eran el sacerdote Vicente Nicasio Renuncio Toribio y 11 compañeros suyos, sacerdotes y laicos, de la Congregación del Santísimo Redentor. Algunos trataron de refugiarse para evitar la persecución, pero una vez que se encontraron frente a los milicianos, ninguno rechazó el martirio ni renunció a su fe para escapar de la muerte.

En la reseña histórica de la Congregación de las Causas de los Santos que acompaña al decreto se señala que “la situación político-social que existía en España en el período de la Guerra Civil (1936-1939) es históricamente conocida, así como el clima de persecución que los milicianos republicanos instauraron frente a todos los que se declaraban miembros de la Iglesia católica, fuesen consagrados o no”.

El decreto firmado por el Pontífice tras una audiencia con el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, reconoce el martirio por odio a la fe de 6 sacerdotes y 6 laicos. Todos pertenecientes a la Congregación del Santísimo Redentor.



Los mártires ahora reconocidos pertenecían a dos comunidades redentoristas: la del Santuario del Perpetuo Socorro y la de San Miguel Arcángel, anexa a la iglesia de la Nunciatura Apostólica en España.

Según se especifica en el decreto, “el martirio material de todos los Siervos de Dios está suficientemente probado. La persecución contra la Iglesia en Madrid fue especialmente cruel. Numerosos conventos fueron asaltados e incendiados, numerosas iglesias saqueadas y diversos objetos sagrados profanados”.

Bajo amenazas de muerte, fueron asaltadas casas privadas a la búsqueda de religiosos o sacerdotes escondidos. Algunos Siervos de Dios fueron asesinados juntos, como los Siervos de Dios Crescencio Severo Ortiz Blanco, Ángel Martínez Miquélez y Bernardo Sáiz Gutiérrez, arrestados el 20 de julio de 1936 junto a la iglesia de San Miguel y fusilados en la Casa de Campo de Madrid”, se especifica.

Un caso similar fue el de Niceto Pérez del Palomar Quincoces y Gregorio Zugasti Fernández de Esquide. “Este último no quería abandonar a su anciano hermano Niceto, por lo que los dos religiosos fueron capturados y asesinados”.

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Los demás mártires “fueron asesinados en circunstancias similares, en episodios martiriales individuales. Tras haber sido denunciados y encarcelados, no dudaron en declarar su identidad como religiosos”, a pesar de que ese reconocimiento supondría su muerte segura.

La Congregación para las Causas de los Santos insiste en que “los Siervos de Dios fueron asesinados por su identidad religiosa. No se dedicaban a la política, sino que desempeñaban su ministerio con fervor”.

Se insiste también en las pruebas que “muestran la fidelidad de los Siervos de Dios que aceptaron la muerte por Cristo y por la Iglesia como coronación de una vida de fe. Sabiendo que iban a ser asesinados, los Siervos de Dios se prepararon espiritualmente en la cárcel. Rezaban, se confesaban recíprocamente, animaban a los demás y algunos continuaron celebrando la Misa. Todos aceptaron la muerte con fe”.

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