El Papa, a los periodistas: "No tengan el corazón en los oídos, sino los oídos en el corazón"

En su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este 2022, Francisco confirma que escuchar sigue siendo esencial para la comunicación humana"

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Si durante el año pasado el Papa Francisco invitó a los periodistas a “ir y ver”, en su mensaje de este año, el Pontífice nos exhorta a “escuchar”. Así se lo ha pedido el Papa a los periodistas a través de su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que ha hecho público este 24 de enero, día en el que se conmemora la celebración de la memoria de san Francisco de Sales, patrón de los periodistas. “Escuchar es decisivo para un diálogo auténtico”, dice Francisco.


Al mismo tiempo, la escucha está experimentando un nuevo e importante desarrollo en el campo comunicativo e informativo, a través de las diversas ofertas de podcast y chat audio, lo que confirma “que escuchar sigue siendo esencial para la comunicación humana”. Un deseo que a menudo permanece escondido, “pero que interpela a todos los que están llamados a ser educadores o formadores, o que desempeñen un papel de comunicador: los padres y los profesores, los pastores y los agentes de pastoral, los trabajadores de la información y cuantos prestan un servicio social o político”.

Escuchar con el corazón

Pero la escucha, dice el Papa, “no sólo posee el significado de una percepción acústica, sino que está esencialmente ligada a la relación dialógica entre Dios y la humanidad”. De los cinco sentidos, parece que el privilegiado por Dios es precisamente el oído, “quizá porque es menos invasivo, más discreto que la vista, y por tanto deja al ser humano más libre. La escucha corresponde al estilo humilde de Dios”.

Todos tenemos oídos, pero muchas veces incluso quien tiene un oído perfecto no consigue escuchar a los demás. “Existe realmente una sordera interior peor que la sordera física. La escucha, en efecto, no tiene que ver solamente con el sentido del oído, sino con toda la persona. La verdadera sede de la escucha es el corazón. No tengan el corazón en los oídos, sino los oídos en el corazón".

El Papa también advierte en su mendaje, que la primera escucha que hay que redescubrir cuando se busca una comunicación verdadera "es la escucha de sí mismo, de las propias exigencias más verdaderas, aquellas que están inscritas en lo íntimo de toda persona". Existe un uso del oído que no es verdadera escucha, sino lo contrario: el escuchar a escondidas. "Lo que hace la comunicación buena y plenamente humana es precisamente la escucha de quien tenemos delante, cara a cara, la escucha del otro a quien nos acercamos con apertura leal, confiada y honesta. Lamentablemente, la falta de escucha, que experimentamos muchas veces en la vida cotidiana, es evidente también en la vida pública, en la que, a menudo, en lugar de oír al otro, lo que nos gusta es escucharnos a nosotros mismos".

Salir del monólogo para llegar al diálogo

Para ofrecer una información sólida, equilibrada y completa es necesario haber escuchado durante largo tiempo. Francisco nos dice que para contar un evento o describir una realidad en un reportaje "es esencial haber sabido escuchar, dispuestos también a cambiar de idea, a modificar las propias hipótesis de partida. En efecto, solamente si se sale del monólogo se puede llegar a esa concordancia de voces que es garantía de una verdadera comunicación. Escuchar diversas fuentes, “no conformarnos con lo primero que encontramos”.

En la Iglesia también hay "necesidad de escucharse"

También en la Iglesia, "escuchar más voces, escucharse mutuamente, entre hermanos y hermanas, nos permite ejercitar el arte del discernimiento, que aparece siempre como la capacidad de orientarse en medio de una sinfonía de voces". Dice el Papa. "También en la Iglesia hay mucha necesidad de escuchar y de escucharnos".

También la realidad de las migraciones forzadas es un problema complejo, y nadie tiene la receta lista para resolverlo. "Repito que, para vencer los prejuicios sobre los migrantes y ablandar la dureza de nuestros corazones, sería necesario tratar de escuchar sus historias, dar un nombre y una historia a cada uno de ellos. Muchos buenos periodistas ya lo hacen. Y muchos otros lo harían si pudieran. ¡Alentémoslos! ¡Escuchemos estas historias! Después, cada uno será libre de sostener las políticas migratorias que considere más adecuadas para su país. Pero, en cualquier caso, ante nuestros ojos ya no tendremos números o invasores peligrosos, sino rostros e historias de personas concretas, miradas, esperanzas, sufrimientos de hombres y mujeres que hay que escuchar".


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