Más de tres meses separado de su abuela por el COVID-19 y se le ocurre esta alocada idea para volver a verla

El confinamiento ha obligado a millones de personas a estar lejos de sus seres queridos, especialmente de los mayores, al ser la población de más riesgo

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Durante estos meses de pandemia hemos podido leer muchas historias de personas que, por una buena causa, ha protagonizado verdaderas hazañas que iban más allá de sus capacidades. La de Corey Cappelloni seguramente no es como las demás: este atleta, que se había marcado como meta correr seis días seguidos en el desierto del Sahara, creó un nuevo reto con un carácter más personal. Es la ultra-maratón para derribar la distancia que le separaba de su abuela Ruth.

Por ello, durante estos meses de pandemia, Corey cambió el desierto por las carreteras que separan la capital de Estados Unidos, Washington DC, donde reside, hasta su ciudad natal, Scranton, en Pensilvania. Allí vive su abuela Ruth, que, con 98 años, está recuperándose tras contagiarse de coronavirus.

Así es cómo Cappelloni decidió emprender su séptima ultra-maratón. Su motivación podía ser simplemente dar un abrazo desde la distancia a su abuela, confinada en una residencia de ancianos. Con esta iniciativa además, el atleta recorrió 351 kilómetros por una buena causa: crear conciencia sobre el problema del aislamiento de los mayores en la pandemia.

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La ultra-maratón más especial

Run for Ruth” (Correr por Ruth) fue el lema de esta sorprendente ultra-maratón de resistencia – seguramente la más larga y gratificante en la vida de Cappelloni — y que finalizó el pasado 19 de junio frente al Centro de Enfermería y Rehabilitación Especializada de Allied Services de Scranton.

Habiendo salido de Washington siete días antes, la carrera de Cappelloni tenía un objetivo específico: recaudar dinero para comprar móviles y tabletas con las que los ancianos aislados en Estados Unidos por la COVID-19 pudiesen comunicarse con sus seres queridos.



El nieto de Ruth fue recibido con todos los honores por los sanitarios del centro donde se encuentra su abuela aislada. Desde el cuarto piso, Ruth lo saludó a través del cristal de la ventana. Una pancarta desplegada en la ventana decía: “Te amo, Corey”. Decenas de sanitarios del Centro de Enfermería y Rehabilitación Especializada de 'Allied Services' le aplaudieron mientras cruzaba la “línea de meta” que habían creado en el centro. Sin aliento pero sonriente, señaló a la habitación del cuarto piso de su abuela, donde ella observaba por la ventana.

Luego pudieron hablar por teléfono móvil. Corey tenía un megáfono en la mano y se oyó que le decía a su abuela: “Nana, eres una persona fuerte. Te acercas a los 99 (años) y todavía te quedan muchos kilómetros por recorrer”.

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La fe y el amor, impulsores de este súper esfuerzo

Gracias a “Run for Ruth”, Corey ha logrado recaudar hasta la fecha cerca de 25.000 dólares para la compra de móviles y tabletas mediante los cuales, los ancianos y enfermos de coronavirus podrán comunicarse con sus seres queridos y sentirse acompañados.

Con esta carrera Cappelloni quiso visibilizar los problemas que se viven actualmente en las residencias de ancianos, tan vulnerables al coronavirus y honrar a todas sus víctimas, entre ellas, a Charles Gloman, su tío abuelo fallecido durante esta pandemia el pasado 11 de mayo. Corey, después de no poder haber asistido al funeral de su tío abuelo, decidió crear esta carrera por su abuela Ruth. Su fe lo acompañaba mientras corría los 351 kilómetros que le separaban de ella.

Su abuela Ruth, también contagiada, sufrió mucho por culpa de la enfermedad. Cappelloni estaba en todo momento pendiente de ella mientras corría, y alternaba momentos de concentración con la oración y el rezo. Casi al final de la carrera, cuando estaba a punto de desfallecer, recibió un mensaje de su novia, quien le acompañaba en coche, en el que le informaban que Ruth se estaba recuperando completamente.

«Mi abuela pasó algunos días muy duros», dijo Cappelloni, pero logró recuperarse. Ella fue la motivación para que el atleta luchase durante estos siete días. Fue el amor y la fe el impulsor de este súper esfuerzo: «La razón por la que decidí hacer esto fue mostrarle a mi abuela que estoy aquí y que realmente me preocupo por ella», dijo Cappelloni, «porque ella siempre ha estado ahí para mí desde que nací».

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