El arrepentimiento de un integrante de la mafia que asesinó a un afamado juez católico que será beatificado

En octubre de 2018 concluyó el proceso de canonización del magistrado asesinado por la mafia

Redacción Religión

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El 21 de septiembre de 1990 se vio truncada la vida de Rosario Livatino a los 38 años. Fue cuando circulaba en su Ford Fiesta camino a la localidad de Agrigento, en Sicilia. A la izquierda se colocó un segundo vehículo, en este caso un Fiat Uno. De repente, este último turismo golpeó el coche de Livatino para sacarle de la carretera, al tiempo que sus cuatro ocupantes, integrantes de la mafia Stidda, comenzaron a disparar hasta romper los cristales del Ford Fiesta.

Livatino trató de huir como pudo, pero finalmente fue alcanzado por los asesinos que acabaron con su existencia tras disparar uno de ellos en la boca de Livatino. Cuando la policía llegó al lugar del crimen, tan solo pudo reconocer el cadáver en el suelo.

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¿Por qué fue Rosario Livatino objetivo de la mafia?

Rosario Livatino fue un juez que accedió a la judicatura con tan solo 26 años. El mismo día de su atentado contra él, escribió en su diario: "Que Dios me acompañe y me ayude a respetar el juramento y a comportarme en el modo que la educación que me han impartido mis padres".

Todas las mañanas, antes de ir al juzgado, acudía a rezar en la iglesia de San José para tratar de "darle alma a la ley". El juez Rosario no ocultaba su fe. Era miembro de Acción Católica y creía en la justicia como un valor supremo. En las jornadas de "Fe y Justicia" a las que fue invitado hizo referencia a este asunto con las siguientes palabras:

“La tarea del magistrado es decidir. Sin embargo, decidir es elegir y, a veces, entre numerosas cosas, caminos o soluciones. Y elegir es una de las cosas más difíciles que el hombre está llamado a hacer. Y es precisamente en esta elección decidir, decidir ordenar, que el magistrado creyente puede encontrar una relación con Dios. Una relación directa, porque hacer justicia es autorrelación, es oración, es dedicación personal a Dios. Una relación indirecta a través del amor de la persona juzgada”.

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Durante una década, investigó las operaciones en las que estaba involucrada la mafia italiana, con el fin de combatirla y evitar su propagación. El miedo entre sus compañeros y de la sociedad le hizo quedarse prácticamente solo en esta noble tarea. Pero él pensaba que la justicia estaba por encima de la seguridad personal. En 1989, el juez se encargó de incautar los bienes con los que la mafia se subvencionaba, lo que acabó por convertirle en un objetivo a eliminar.

Rosario Lavatino era consciente de que su vida estaba en juego: "Veo negro mi futuro. Que Dios me perdone. Que el Señor me proteja y evite que algo malo le pase a mis padres por mi causa", escribía en su diario. A pesar del peligro, renunció a la escolta. "No quiero que otros padres paguen por mi causa".

El asesino de Livatino se arrepiente

Tres años después de su asesinato el 21 de septiembre de 1990, los padres de Livatino acudieron a Roma para visitar al Papa Juan Pablo II en cuyo discurso en la Audiencia, tras la misa, lanzó el siguiente mensaje a la mafia: “Tienen que entender que no se puede matar a inocentes. Dios dijo una vez, ‘No matarás’. ¡El hombre, cualquier organización humana, la mafia, no puede matar ni pisotear este derecho santísimo de Dios!” En aquella intervención, el Papa consideró a Livatino como un "mártir de la justicia".

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Este discurso llegó a oídos de un preso en la cárcel de Sicilia. Ese mismo día escribió una carta al Papa arrepintiéndose de todo su pasado. Se trataba de uno de los asesinos del juez Livatino. Su nombre era Gaetano Puzzangaro, quién también mandó su testimonio para la causa de la canonización del magistrado: “Durante 20 años he estado siguiendo un camino espiritual, testifiqué sobre la causa de la beatificación de Livatino porque era un deber. ¡Hoy me mataría en lugar de volver a hacer lo que hice! Y rezo todos los domingos en misa. De lo que más me arrepiento es de no haber tenido coraje de disculparme con sus padres cuando vivían”.

Un periódico siciliano escribió una vez: "Uno de los asesinos de Livatino se arrepiente". El integrante de la mafia llegó a confesar que en ocasiones soñaba con el juez: “A veces sueño con él. Le veo al costado del camino, en el suelo. Paso por allí y luego regreso para ayudarlo”.

En 2018 se inició el período de beatificación

El Arzobispo de Agrigento, el Cardenal Francesco Montenegro, presidió la ceremonia que clausuró la fase diocesana del proceso de beatificación y canonización del juez. Fue en octubre de 2018, cuando hizo dos consideraciones en torno a la vida de Livatino;

“Si durante décadas hemos sido contaminados por la mafia y la mentalidad mafiosa, la figura de Livatino nos recuerda que se puede vencer a la mafia solo si contamos con el esfuerzo y el coraje de todos”. Por otro lado, afirmó que “para llegar a ser santos no debemos apartarnos de nuestros compromisos, sino que debemos ensuciarnos las manos en nuestras labores diarias, tratando de mantener limpio el vestido bautismal. Livatino para nosotros es una expresión de un cristianismo basado en la unión con Dios y el servicio al hombre, de oración y acción, de silencio contemplativo y de valentía heroica”.

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