El árbitro burgalés que además de pitar penaltis confiesa los pecados

El sacerdote burgalés Ángel Olalla compatibiliza desde hace más de 30 años ser sacerdote con ser árbitro a nivel provincial

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¿Te imaginas que 'El Clásico' o 'el Derbi' lo pitase un cura? No sería tan descabellado, porque existe al menos un sacerdote que, además, es árbitro de fútbol. Se llama Ángel Olalla y pertenece al clero de la Archidiócesis de Burgos.

Para este sacerdote, el deporte siempre ha sido un buen pasatiempo. Desde niño ha tenido afición por el fútbol, el fútbol sala o el baloncesto. Aunque fue en el seminario, que organizaba una liga interparroquial, donde descubrió su otra vocación: el arbitraje.

Se lo tomó casi tan en serio como el sacerdocio, y decidió apuntarse a la Escuela de Árbitros y federarse. Así, desde hace 30 años, el padre Ángel Olalla recorre los terrenos de juego de la provincia de Burgos pitando penaltis y fueras de juego. Eso sí, sólo pita cuando sus tareas pastorales se lo permiten. Y es que el padre Olalla es el director espiritual del Seminario de San José, consiliario diocesano del movimiento Cursillos de Cristiandad y está adscrito a la parroquia de San Pedro y San Felices.

En una entrevista para Archiburgos, el portal web de la Archidiócesis, el sacerdote reconoce que le encanta su “andar por los campos de fútbol”. Explica que “todo el mundo sabe que soy cura, y todos los entrenadores, cuando yo arbitro, les advierten a los chavales: hoy nos arbitra el cura, no quiero oír ni una palabrota ni una blasfemia. Porque ya saben que yo les digo: eso no se dice, a la próxima te sales del campo”.

Asegura que, como la mayoría de los árbitros, en alguna ocasión ha recibido insultos mientras dirigía un partido, aunque reconoce que la mayoría de los chicos suelen ser respetuosos. “Los peores son las familias de los jugadores. Como muchos te conocen, hay madres que te increpan: 'mejor estabas en el Seminario', 'de esto te confesarás'… cosas así”, explica.

También es capellán del Burgos C.F.

Además, desde la pasada temporada, compatibiliza sus labores pastorales y su condición de árbitro de fútbol con un encargo muy especial: ser el capellán del Burgos Club de Fútbol. Sustituye así al padre Cándido Fernández del Río -más conocido en el círculo deportivo como 'Candi'-, que acompañó durante cuatro décadas a las sucesivas formaciones que han representado al fútbol burgalés.

Se trata de una figura que se puso muy de moda en los años 70, y que de un tiempo a esta parte tiende a desaparecer, en este mundo cada vez más secularizado. Por eso, es especialmente chocante este encargo. El padre Olalla aclara que no se trata de un nombramiento diocesano, sino de un acuerdo con el club que no le reporta ningún ingreso.

Entre sus tareas como capellán del conjunto blanquinegro, que milita en Segunda División “B” se encuentran celebrar una misa a comienzo de la temporada o presidir una ofrenda de flores a Santa María la Mayor. Pero el trabajo del capellán va más allá.

Antes de cada encuentro, el padre Olalla baja al vestuario y se dirige a la plantilla. “Hablo con los jugadores un ratito, unos tres minutitos, los motivo un poco y rezo un Padrenuestro, explica el capellán. Pero hay un hándicap: la mayoría de los jugadores de la plantilla no son creyentes. “El entrenador les dijo: 'bueno, esto es una figura institucional del club, yo solo os pido que guardéis respeto y silencio mientras el capellán está hablando y los que crean, que se unan a la oración, y lo que no, que estén callados'. Y la verdad es que son cariñosos, todos me tratan bien, me valoran”, cuenta el padre Olalla.

A pesar de esa falta de fe, el sacerdote confiesa que mantiene una buena relación personal con los jugadores -con algunos, incluso, se mensajea-. Además, la relación también es excelente con la familia Caselli, máximos accionistas del club.

De hecho, el que la mayoría de la plantilla del Burgos C.F. no sea muy devota no amedrenta al padre Olalla. “En cualquier sitio se puede evangelizar. Todos los sitios donde nos dejen hacernos presentes están bien y creo que en el deporte se cultivan valores y virtudes que está bien fomentar: el compañerismo, el trabajar en equipo, estar pendiente del más débil, el no pelear solo por ganar, sino que haya otros valores aparte de la victoria, el respeto al árbitro, el respeto entre los compañeros, el saber obedecer las indicaciones del entrenador, la deportividad, que es más importante tu compañero que la victoria”, concluye el sacerdote burgalés.

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