Un alumno hace trampas en un examen de Química y se convierte en el hazmerreír de la clase

La Química era una de las pesadillas de este estudiante sevillano

Redacción Religión

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Santiago siempre destacó en Letras pero nunca se le dieron bien las Ciencias. Las matemáticas las detestaba. Con los libros de física libró durante años una dura batalla y en Química jamás logró memorizar la tabla periódica. Los tres primeros años de Secundaria los fue sacando adelante como pudo. En 4º de la ESO la situación se complicó de manera considerable, pero Santiago era consciente de que estaba ante su último año de 'tortura', ya que en Bachillerato optaría por la rama de Humanidades.

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Durante su último año de Secundaria, que cursó en un instituto de Sevilla las calificaciones no fueron las deseadas. En Matemáticas era de los más atrasados, en física difícilmente pasaba del dos, y en Química había ocasiones en las que ni se presentó a la prueba. Estuvo a punto de repetir curso como consecuencia de sus malos resultados en las materias de Ciencia.

Su tutor de aquel año, conocedor de la situación, le recomendaba que acudiese a clases de apoyo. Psicológicamente, Santiago estaba tocado y hundido. El año académico se le estaba haciendo cuesta arriba. A ello hay que añadir la crisis de identidad propia de la preadolescencia y la rebeldía propia de la edad.

Las clases particulares le hacen mejorar los resultados

Tras una segunda evaluación en la que obtuvo cuatro suspensos (Biología, Física, Matemáticas y Química), aceptó finalmente recibir clases de refuerzo, ya que si repetía los mismos resultados en junio, no hubiera podido pasar de curso.

Los resultados mejoraron ligeramente en Matemáticas, donde comenzaba a superar la barrera del cinco. En Biología incluso comenzó a llegar el notable, aunque Física y Química seguían los problemas. Los exámenes finales de junio llegaron, y lo cierto es que Santiago llegaba 'justo' para pasar de curso, con dos asignaturas (Física y Química) con pocas esperanzas de aprobar y las Matemáticas 'cogidas con alfileres'. La sombra del suspenso y de repetir curso estaba muy presente.

Santiago creyó haber encontrado la solución

Fue en aquellos difíciles momentos cuando Santiago creyó encontrar la solución a una de sus asignaturas más odiadas: la Química. Fue en la fotocopiadora de conserjería un día antes del examen. El docente colocó el folio con las preguntas en la máquina pero, al comprobar que no funcionaba correctamente, fue a pedir ayuda. El papel quedó en la fotocopiadora sin dueño aparente.

En ese momento, Santiago pasaba por allí y, al ver el papel en la fotocopiadora, comprobó que se trataba de un examen de Química de 4º de la ESO. En ese momento creyó ver el Cielo. Apuntó como pudo las preguntas (en aquellos primeros años del siglo XXI los móviles aún no incluían cámaras de foto).

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Durante toda la tarde memorizó las preguntas que había apuntado. Estaba más motivado que nunca. Disponía de información privilegiada que, por cierto, no compartió con el resto de compañeros. Visto lo que ocurrió al día siguiente, tomó la decisión más acertada. Y es que Santiago cometió un fatal error que le costó definitivamente el aprobado, ya que no comprobó que la prueba que se encontraba en la fotocopiadora correspondía al de 4º de ESO A, mientras que Santiago estudiaba en el grupo B, por lo que las preguntas eran completamente diferentes.

Fracaso y dura reprimenda del párroco

El plan no pudo salir peor. Santiago, además, contó lo que había ocurrido a varios de sus compañeros, que no dudaron en mofarse de él (mofa sana).

Pero no todo quedó ahí, ya que la principal reprimenda por lo que había hecho fue el párroco de su barrio en la capital hispalense. Fue esa misma tarde en catequesis (Santiago se preparaba para recibir la Confirmación). El sacerdote, un hombre firme pero siempre muy cercano a los problemas de sus chicos, conoció por un compañero de clase de Santiago su mala experiencia en Química.

“¿No tienes nada que contarme?” fue las primeras palabras con las que el párroco se dirigió a Santiago en llegar. En un primer momento nuestro protagonista lo negó para, finalmente, derrumbarse y llorar.

“¿Crees que está bien lo que has intentado hacer?”; “¿Qué os trato de transmitir aquí yo cada tarde?”; “Lo más importante que tiene una persona es su credibilidad y honestidad”, le espetaba el cura a Santiago, al que convocó tras la catequesis a una reunión entre ambos.

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Lo que más dolía a Santiago era la humillación y el sentimiento de ridículo que le invadía. El adolescente se desahogó con su párroco y le mostró lo que sentía. Nunca trascendió lo que se comentó en aquella reunión, pero lo cierto es que a raíz de aquello la personalidad de Santiago cambió a mejor. Salió muy reconfortado del encuentro, lo que sirvió también para estrechar aún más los lazos entre ambos.

Finalmente pasó de curso, aunque no limpio

Tras un par de días en los que se sentía culpable, Santiago recibió la buena noticia de que sacaba el curso adelante, gracias a que en Matemáticas le “pasaron la mano” con un cinco pelado, mientras que en Biología mejoró considerablemente la puntuación. Suspendió Física y Química, como era de prever, aunque en la modalidad de Humanidades en Bachillerato nunca volvió a saber nada de las Ciencias.

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