El día que el Papa Francisco fue ordenado sacerdote

Aquel 13 de diciembre de 1969, el ya jesuita Jorge Mario Bergoglio vivió uno de los momentos más emocionantes de su vida

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El 13 de diciembre de 1969, hace ahora 50 años, el Papa Francisco fue ordenado sacerdote. Estaba a punto de cumplir 33 años.

Aquel día, el ya jesuita Jorge Mario Bergoglio vivió uno de los momentos más emocionantes de su vida. Su madre, Mamá Regina, que desde el primer momento se había opuesto a la vocación de su hijo, se arrodilló ante él para pedirte la bendición en cuanto concluyó la ordenación sacerdotal.

Era sábado, vísperas del tercer domingo de adviento, conocido como el Domingo de la Alegría. Una premonición en torno a un tema, la alegría que posteriormente ha reflejado en alguno de sus documentos principales: la alegría del Evangelio, la del amor, la de la santidad en la vida ordinaria… Fue ordenado por el Arzobispo Emérito de Córdoba (Argentina), Mons. Ramón José Castellano.

A la ceremonia, junto a su madre asistió toda su familia, menos el padre, que había muerto de forma prematura 10 años antes. La abuela Rosa, que era quien le había enseñado a rezar le escribió una carta que el Papa aún hoy conserva cuidadosamente dentro de su breviario. El texto de aquella carta dice así:

“Que estos mis nietos, a quienes he dado lo mejor de mi corazón, tengan una vida larga y feliz, pero si en algún día de dolor, la enfermedad o la pérdida de una persona amada los llena de desconsuelo, que recuerden que un suspiro en el Tabernáculo, en donde está el mártir más grande y augusto, y una mirada a María al pie de la Cruz, pueden hacer caer una gota del bálsamo sobre las heridas más profundas y dolorosas”.

Cuando era Arzobispo de Buenos Aires contó en una ocasión que cuando estaba en el seminario su abuela le había dado un gran consejo: ‘No te olvides nunca de que estás a punto de ser sacerdote y lo más importante para un sacerdote es celebrar la Misa.”

TODO COMENZÓ A LOS 17 AÑOS, EN LA FIESTA DEL ESTUDIANTE

El día en el que su vida cambió para siempre, Jorge Mario Bergoglio estaba a punto de cumplir 17 años. Aquella jornada de 1953 se celebraba en Argentina el Día del Estudiante y, antes de dirigirse a una fiesta con sus amigos, pasó por su parroquia, la basílica de San José de Flores en Buenos Aires. Sintió la necesidad de confesarse y lo hizo con el cura que se encontraba en la iglesia, al que no conocía. El mismo lo relataba durante la vigilia de Pentecostés de 2013:

—No sé qué pasó, no me acuerdo, no sé por qué ese sacerdote estaba allí o por qué sentí la necesidad de confesarme, pero la verdad es que me di cuenta de que alguien me estaba esperando desde hacía tiempo. Después de la confesión experimenté que algo había cambiado. Yo no era él mismo, había sentido una voz, una llamada. Me convencí que debía convertirme en sacerdote.

Aquel día era 21 de septiembre, festividad de San Mateo. Por mucho que hayan pasado los años, Francisco recuerda vivamente aquella “sacudida” de Dios, tal como el mismo ha relatado en distintas ocasiones. Se lo confesaba un grupo de jóvenes durante la visita pastoral que hizo a la ciudad de Cagliari, en la isla de Cerdeña, utilizando una expresión muy propia de Francisco: “Dios es el que te ‘primerea’”:

—En esa confesión yo diría que me sorprendieron con la guardia baja. Fue el asombro, el estupor de un encuentro. […] Desde ese momento para mí, Dios es el que te “primerea”. Uno lo está buscando, pero Él te busca primero. Él nos encuentra primero.

En el 2013 el diario italiano Avvenire hizo pública una oración que el propio Jorge Mario Bergoglio había escrito poco antes de ser ordenado sacerdote:

“Quiero creer en Dios Padre, que me ama como un hijo, y en Jesús, el Señor, que me infundió su Espíritu en mi vida para hacerme sonreír y llevarme así al Reino eterno de vida.
Creo en la Iglesia.
Creo que en la historia, que fue traspasada por la mirada de amor de Dios y en el día de la primavera, 21 de septiembre, me salió al encuentro para invitarme a seguirle.
Creo en mi dolor, infecundo por el egoísmo, en el que me refugio.
Creo en la mezquindad de mi alma que buscar tragar sin dar…, sin dar.
Creo que los demás son buenos y que debo amarlos sin temor y sin traicionarlos nunca buscando una seguridad para mí.
Creo en la vida religiosa.
Creo que quiero amar mucho.
Creo en la muerte cotidiana, quemante, a la que huyo, pero que me sonríe invitándome a aceptarla.
Creo en la paciencia de Dios, acogedora, buena, como una noche de verano.
Creo que papá está en el cielo, junto al Señor.
Creo que el Padre Duarte está también allí, intercediendo por mi sacerdocio.
Creo en María, mi Madre, que ama y nunca me dejará solo.
Y espero en la sorpresa de cada día en que se manifestará el amor, la fuerza, la traición y el pecado, que me acompañarán siempre hasta ese encuentro definitivo con ese rostro maravilloso que no sé cómo es, que le escapó continuamente, pero quiero conocer y amar. Amén”.

Tal como el Papa Francisco acostumbra, no está previsto ningún acto oficial para celebrar este aniversario, pero a su casa de Santa Marta están llegando ya felicitaciones desde todas las partes del mundo.

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