Religión

José Luis Restán

Director Editorial COPE

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La ternura de Jesús

Eva Fernández se ha dejado conmover por la verdad y la belleza de las que ha sido testigo en estos años de pontificado de Francisco

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El cristianismo es una vida. La vida apasionante y llena de sorpresas de quien ha encontrado a Jesús vivo y presente y ha decidido seguir sus pasos. Y como toda vida, está trenzada de gestos y palabras unidas en su raíz. A mi compañera y amiga Eva Fernández le toca cada día ver, oír y tocar esa vida, de la que el Sucesor de Pedro está llamado a ser un testigo singular, expuesto a las miradas del mundo.

Creo que desde que llegó a Roma con el encargo de ser la corresponsal de COPE en la Ciudad Eterna, Eva se ha visto inmersa en la vorágine informativa que eso supone, pero no se ha dejado engullir por ella. Quiero decir que su mirada se ha hecho más profunda y su inteligencia más aguda. Se ha dejado conmover por la verdad y la belleza de las que ha sido testigo en estos años de pontificado de Francisco, y se ha dejado interrogar por el dolor y las dificultades que siempre acompañan la vida de la Iglesia. Y eso le ha permitido entender más a fondo lo que sucedía y contárnoslo a través de COPE.

Dejemos clara una cosa desde el principio. La ternura de la que habla este libro, encarnada en los gestos y palabras del Papa, es la ternura de Jesús, el Dios hecho hombre. No es una ternura impostada, no es una opción peculiar de un alma sensible, no es fruto de una bonhomía. Esta ternura es consustancial al cristianismo, es una dimensión esencial de la vida con Jesús. Es cierto que Francisco ha subrayado con especial intensidad esta dimensión, consciente del extravío de tantos hombres y mujeres de nuestra época, pero también de sus heridas y de su rebeldía, que es en el fondo una búsqueda muchas veces silenciada.

Por las páginas de este libro desfilan las imágenes del Papa que abraza a los enfermos, que conversa con los niños, que se acerca para tocar a quienes nuestra sociedad considera “los últimos”, que llora de conmoción frente a tantas historias de dolor y de esperanza. Pero estas imágenes, vivamente retratadas por Eva, no son meras fotografías, conllevan, como ahora se dice, una narración que permite desplegar su significado. Y al recorrerlas es imposible no sentirnos inmersos en el Evangelio. Ese es el gran magisterio de Francisco, un Papa que se identifica con el publicano Mateo, lleno de sorpresa porque el Maestro le llama precisamente a él, y le invita a seguirle aun antes de haber cambiado de vida. En esto se funda toda la moral cristiana.

La ternura de la que habla este libro es en sí misma un anuncio, es también, en un sentido estrictamente evangélico, un “juicio” sobre cada uno de nosotros y sobre el mundo. Por eso resultan tan estériles las contraposiciones que a veces se escuchan (entre misericordia y verdad, entre pastoral y doctrina). Esta ternura es también la forma de la misión, que siempre debe mirar a la necesidad profunda del corazón de cada uno, como en el diálogo de Jesús con la samaritana.

Agradezco de corazón a mi compañera Eva Fernández este hermoso trabajo, que no es tanto el de escribir bien (y doy fe de que ese es siempre un arduo trabajo) sino el trabajo previo del corazón, de la mirada, de la inteligencia llena de afecto hacia el testimonio del Papa Francisco, sucesor de aquel pescador de Galilea a quien Jesús constituyó como piedra, como pilar de su Iglesia. Un pilar en el que la verdad, el coraje y la ternura forman una unidad indivisible.

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