Las claves del Sínodo para la Amazonía: "Urge anunciar el Evangelio"

José Luis Restán da las claves de lo que ha sido el Sínodo de los obispos para la Amazonía en el Vaticano

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En su discurso de clausura del Sínodo sobre la Amazonía, el Papa Francisco ha explicado cuál es la dimensión principal de este evento, la que incluye y abarca a todas las demás: que “el anuncio del Evangelio urge”. Y para subrayarlo repitió la palabra: “¡urge!”. Se trata de anunciarlo para que sea entendido, para que sea asimilado y comprendido por aquellas culturas.

De eso se trata cuando se habla del protagonismo de los laicos, que no deben quedar encorsetados en roles intraeclesiales, sino asumir su responsabilidad como constructores de una sociedad nueva; y cuando se propone al discernimiento del Papa la posibilidad de ordenar sacerdotes a diáconos permanentes casados, probados en su vida y en su fe; o cuando se plantean posibles nuevos ministerios dentro del cauce de la Tradición y de la disciplina de la Iglesia, cuyo intérprete y custodio último es el Papa.

La falta de sacerdotes

Por cierto, para responder a la escasez de sacerdotes que puedan celebrar la Eucaristía en lugares remotos y de difícil acceso, no se ha propuesto sólo la famosa cuestión de los llamados “Viri Probati”. El Papa ha sacudido las conciencias de los episcopados de la región y de las órdenes religiosas para reclamar que éste problema sea atendido enviando sacerdotes y misioneros allí donde más falta hacen, aunque eso suponga asumir fatigas mayores, y también ha pedido un celo mayor a la hora de cultivar las vocaciones sacerdotales, sin asumir una especie de derrotismo según el cual sería imposible.

El Sínodo ha buscado que la rica experiencia de la Iglesia entre como luz y como fuerza en la difícil coyuntura de una región singular desde tantos puntos de vista: la vulnerabilidad de su patrimonio biológico, el derecho amenazado de sus poblaciones, las heridas sociales, los desafíos de un desarrollo que no borre los mejores valores de las culturas indígenas, el desafío de unas ciudades en constante crecimiento muchas veces desordenado e injusto. En definitiva, el cuidado y promoción de la vida en toda su extensión y profundidad, que requiere una verdadera conversión integral a Cristo.

Un nuevo rito para la Amazonía

A este ímpetu misionero responde también la propuesta de estudiar un nuevo rito amazónico para expresar la única fe católica en el molde cultural y con la sensibilidad propia de aquella región. Esto no se consigue mediante un plan o un decreto, requiere tiempo y arraigo de la fe en la vida del pueblo. Por otra parte existen ya 23 iglesias católicas con un rito propio, que se han decantado a lo largo de la historia. Por tanto no hay que temer esa posibilidad para la Amazonía, sin prisas y siempre de la mano de la Santa Iglesia, Madre de todos, presidida por el Sucesor de Pedro, “que nos va guiando en este camino para no separarnos”, como ha dicho Francisco.

Las mujeres en la Iglesia

Muy interesante es el apunte del Papa sobre la cuestión de las mujeres, a las que el Documento final presta una sustancial atención. De hecho postula una variedad de ministerios para dar un reconocimiento eclesial al protagonismo que ya ostentan muchas veces las mujeres (laicas o religiosas) en el cuidado de aquellas comunidades. Y también se ha pedido reactivar el estudio iniciado sobre el diaconado femenino. Francisco ha respondido que se hará, y también que hay que reconocer esos ministerios en cuanto sea posible, pero ha advertido que sería un profundo error reducir el tema a la cuestión de las “funciones” que han de asumir las mujeres. Para él se trata de crecer en la conciencia de la dimensión femenina que es esencial para toda la Iglesia como madre, como generadora de la fe, como cuidadora de la vida. Y esto tampoco se alcanza mediante decretos.

El sínodo

El Sínodo sobre la Amazonía no supone una revolución, como temen unos y festejan otros; es un evento eclesial dentro de un larguísimo camino de profundización y renovación al que no podemos poner inicio ni final. Naturalmente, contribuirá a cambiar el rostro de la Iglesia como todo acontecimiento trascendente que tiene lugar en su historia. Por lo demás la Iglesia se está reformando siempre, es una realidad viva y en camino, a la escucha de su Señor a través de las circunstancias que le toca atravesar. De nuevo, una vez más, es tiempo de caminar.

 

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