La oración a la que puedes recurrir en tu vivienda en este periodo de cuarentena y confinamiento

Rezar es una de las acciones que se puede realizar para alcanzar la paz en el hogar

Redacción Religión

Tiempo de lectura: 2’

Los españoles permanecen en sus viviendas (a excepción de casos excepcionales) para evitar la propagación del coronavirus. Las primeras horas después de que se decretara el estado de alerta por parte del Gobierno de Pedro Sánchezel estado de shock invadió a la sociedad, tan acostumbrada a habitar en las calles, terrazas y establecimientos hosteleros. 

Pero lo cierto es que la lista de tareas que se pueden realizar en el hogar son infinitas, más allá de teletrabajar. Pasar más tiempo con la familia, ordenar armarios, hacer ejercicio, cocinar... o rezar. ¿Cuál es la oración más idónea en este periodo de confinamiento y recogimiento en nuestras viviendas? En Italia, que junto a España es el país más afectado por el coronavirus, Monseñor Giuseppe Giudice, obispo de Nocera Inferiore, creó una oración original que traducimos al castellano. 

“También esto, me lo enseñaste Tú viviendo, obediente al Padre, durante treinta años en la casa de Nazaret esperando la gran misión”

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y caigo en la cuenta de que, también esto,
me lo enseñaste Tú viviendo, obediente al Padre,
durante treinta años en la casa de Nazaret esperando la gran misión.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y en la carpintería de José, tu custodio y el mío, aprendo a trabajar, a obedecer,
para lijar las asperezas de mi vida
y preparar una obra de arte para Ti.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y sé que no estoy solo
porque María, como cada madre,
está ahí detrás haciendo las tareas de casa
y preparando la comida para nosotros, todos familia de Dios.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y responsablemente lo hago por mi bien,
por la salud de mi ciudad, de mis seres queridos,
y por el bien de mi hermano, el que Tú has puesto a mi lado pidiéndome que vele por él en el jardín de la vida.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y, en el silencio de Nazaret, trato de orar, de leer,
de estudiar, de meditar, y ser útil con pequeños trabajos para hacer más bella y acogedora nuestra casa.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y por la mañana Te doy gracias por el nuevo día que me concedes, tratando de no estropearlo, de acogerlo con asombro
como un regalo y una sorpresa de Pascua.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y a mediodía recibiré de nuevo
el saludo del Ángel, me haré siervo por amor,
en comunión Contigo que te hiciste carne para habitar en medio de nosotros; y, cansado por el viaje, Te encontraré sediento junto al pozo de Jacob,
y ávido de amor sobre la Cruz.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y si al atardecer me atenaza un poco de melancolía,
te invocaré como los discípulos de Emaús:
Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y en la noche, en comunión orante con tantos enfermos y personas solas,
esperaré la aurora para volver a cantar tu misericordia
y decir a todos que, en las tempestades, Tú eres mi refugio.

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y no me siento solo ni abandonado,
porque Tú me dijiste: Yo estoy con vosotros todos los días.

Sí, y sobre todo en estos días de desamparo, Señor,
en los que, si mi presencia no es necesaria,
alcanzaré a todos con las únicas alas de la plegaria.
Amén.

Religión