EN 'EL ESPEJO'

Claves para entender los avances que abre el acuerdo entre la Santa Sede y China

El cardenal Pietro Parolin explicó que el acuerdo puede beneficiar a la unidad de los católicos chinos y a China en el panorama internacional

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La Santa Sede está explicando estos días las razones del Acuerdo alcanzado con China y las nuevas perspectivas que abre

El Cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, ha protagonizado varias intervenciones para salir al paso de algunas incomprensiones y hacer un primer balance positivo y realista de tras ocho meses de la firma del acuerdo. Se refiere en primer lugar a China como un gran pueblo con una antigua civilización, que hoy es un interlocutor esencial para la paz en el mundo. Pero para la Iglesia, China es hoy, sobre todo, un gran desafío para el anuncio del Evangelio.

Los largos y pacientes diálogos de la Santa Sede con el Gobierno chino no han pretendido discutir los respectivos sistemas de pensamiento ni valorar antiguas disputas, sino encontrar soluciones prácticas para que los católicos chinos puedan vivir serenamente su fe y aportar una contribución positiva a su país. En todo caso, aunque la preocupación de la Iglesia es esencialmente pastoral, el Cardenal Parolin piensa que este acuerdo puede favorecer indirectamente una mayor inserción de China en la Comunidad Internacional, lo que ayuda también a la paz.

El Secretario de Estado asegura que la Santa Sede tiene muy presentes los sufrimientos de los católicos chinos, también en el momento actual. La Iglesia, como madre, no puede ser indiferente a las dificultades de sus hijos, pero este es precisamente uno de los motivos que han impulsado el acuerdo, que pretende superar las causas que llevaron a la división entre los católicos llamados “clandestinos” y “patrióticos”, que tantos sufrimientos ha causado.

El Cardenal Parolin se refiere a algunas críticas dirigidas al papa Francisco desde Occidente y dice que le recuerdan a las del hijo mayor de la parábola del Hijo Pródigo. Es justo que la Iglesia preste hoy más atención a quienes en el pasado estuvieron más lejos, como los pueblos de Asia. Occidente debería entender esta “geopolítica”: la Iglesia, en su sabiduría pastoral, intuye los movimientos de la historia, y abre caminos que después otros muchos también podrán recorrer.

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