Un arzobispo sirio recuerda que el drama en Siria no ha terminado

El arzobispo greco-melquita, Jean-Clément Jeanbart, asegura que en Siria 800 mil personas huyen en condiciones desesperadas

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En Alepo reina un frío glacial en estos días de febrero. Cuando el arzobispo greco-melquita, Jean-Clément Jeanbart, salió de su ciudad rumbo a Roma, las calles estaban tapizadas por la nieve. Durante la noche la temperatura ha bajado hasta siete grados bajo cero. En ese clima se produjo la historia de Iman, la pequeña niña de año y medio que sufría bronquitis y murió congelada la semana pasada mientras su padre intentaba llevarla a pie al hospital desde un campo de refugiados en las afueras. El Papa se refirió conmovido a esta niña durante el Ángelus del pasado domingo, y volvió a pedir que la comunidad internacional no se olvide de Siria.

El arzobispo Jeanbart advierte que el drama no ha terminado: en el noroeste de Siria unas 800 mil personas huyen en condiciones desesperadas, atrapadas por las heladas, y en muchos casos sin agua potable ni refugio seguro. Se trata de una humanidad a la intemperie, compuesta por un 60% de niños. Por eso la voz del Papa es tan importante; su constante atención al sufrimiento de Siria puede empujar a que las organizaciones internacionales continúen ayudando, en este momento a calentar las casas. El arzobispo ha vendido su automóvil para ayudar a 500 familias en este período de gran sufrimiento para la población de Alepo.

En la parte occidental de la ciudad prosiguen los combates y la devaluación de la moneda siria hace que se incremente la pobreza. Monseñor Jeanbart subraya las iniciativas de las diferentes iglesias para ayudar a la población, y destaca el gran desafío de sostener a los cristianos que desean permanecer en Siria para continuar la vida de una Iglesia que tiene 2000 años de historia.

Aunque no hay estadísticas seguras, estima que en Alepo había alrededor de 4.500 familias cristianas antes de la guerra, de las que actualmente permanecen 2.300. Sin embargo la participación en las misas, la presencia en las parroquias y la vida de oración es la misma; y ese es un factor vital para el futuro de los cristianos en este martirizado país.

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