San Fermín más allá de los toros: La verdadera historia de la fiesta

En Pamplona se popularizó el culto al santo en el siglo XII, después de que el arzobispo de Pamplona, Pedro de París, depositase sus supuestas reliquias en el altar de su catedral

Julia López

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“7 de julio San Fermín, a Pamplona hemos de ir…”, miles de personas han cantado esta pegadiza melodía y más en estas fechas, pero ¿quién fue realmente este santo? En ECCLESIA hemos investigado la historia llena de leyendas del que fuese el primer obispo de Pamplona.

A pesar de la creencia de que San Fermín es el patrón de Pamplona, realmente lo es San Saturnino (obispo de Toulouse y mártir, su festividad es el 29 de noviembre). Y San Fermín lo es de toda Navarra, junto a San Francisco de Javier.

La tradición cuenta que San Fermín nació en Pompaelo (la actual Pamplona) en el 272. Hijo de una dama de la nobleza y de Firmus, un gobernador general de la región, fue nombrado obispo con 24 años.

Permaneció muchos años en Pamplona evangelizando hasta que regresó a la Galia, concretamente a Amiens, ciudad en la que convirtió a más de 3.000 personas antes de ser torturado y degollado por gobernadores romanos.

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En Pamplona se popularizó el culto al santo en el siglo XII, después de que el arzobispo de Pamplona, Pedro de París, depositase sus supuestas reliquias en el altar de la Catedral de Pamplona. Y según cuenta la leyenda, en las fiestas de San Fermín se comenzó a usar el mítico pañuelo rojo como símbolo de su muerte degollado.

Curiosamente, la celebración de San Fermín se realizaba el 10 de octubre, pero en 1951 se decidió cambiar la fecha al famoso 7 de julio para que coincidiese con los encierros. Unas fiestas que se inician el 6 de julio a mediodía –con el chupinazo-, y finalizan el siguiente 14 de julio con la canción ‘Pobre de mí’.

No solamente se celebran los encierros, también se realizan tres ceremonias religiosas importantes en culto a San fermín. Las Vísperas el día 6 de julio a las 20 horas. La procesión en la que se pasea la talla de San Fermín por las calles de Pamplona, tras la que se celebra una misa en la Iglesia de San Lorenzo. Y la Octava es la última celebración que se hace en honor al santo el último día de las fiestas.

Aunque algunos historiadores consideran que este santo carece de base histórica, millones de personas le rinden culto cada año y su nombre ha llegado mucho más allá de nuestras fronteras dando fama a estas curiosas celebraciones.

De hecho, su nombre significa “el valeroso” y cada año le piden en su capilla protección en el encierro. Una capilla que se terminó de construir a inicios del siglo XVIII y que precisamente, fue inaugurada el 7 de julio de 1717.

Muchas son las leyendas alrededor de la figura del santo, pero no hay más verdad que las emociones que sigue levantando cada mañana en las fiestas con su nombre, cuando los corredores del encierro le cantan pidiendo su bendición tanto en castellano como en euskera.

“A San Fermín pedimos
por ser nuestro patrón
nos guíe en el encierro
dándonos su bendición”

Una vez terminan estas estrofas, gritan ¡Viva San Fermín!


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