La historia de la talla del Cristo crucificado que sonríe

El 'Cristo sonriente' es una talla del siglo XIII que se puede visitar en el castillo de Javier en Navarra

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Cualquier imagen de Jesucristo crucificado es ya de por sí, sobrecogedora. Pero ver ese cuerpo roto por el dolor, en una de las peores torturas imaginables, colgado de una cruz, sonriendo, es todavía más impresionante.

El castillo de Javier se eleva sobre la tierra de Navarra, rodeado de un paisaje envidiable. No podemos llamarlo hogar de San Francisco de Javier, pues él mismo decidió abandonarlo, pese a su riqueza, y dedicar su hogar a las personas que no conocían a Dios. Pero sí que fue el lugar donde nació.

El castillo de Javier

Todavía hoy, más de cinco siglos después de que el santo abandonara su castillo para misionar en la India como jesuita, pueden visitarse estos muros que parecen haber salido de una película de caballeros. Un castillo que tuvo que rendirse a la Corona de Aragón y que fue derruido tras la lucha por su independencia de la familia que lo habitaba -la de San Francisco-.

Por ello, fue parcialmente derruido, aunque sobrevivió a los siglos de historia de España para ser reformado y ser hogar -ahora sí- en el mes de marzo de miles de peregrinos que visitan la cuna del santo. Ellos son los que ahora pasean por sus pasillos, por la capilla donde fue bautizado y también por un pequeño hueco en una pared, donde se esconde una talla que merece la pena conocer.

El Cristo sonriente

Tras pasar el puente, la muralla y diferentes arcos del castillo se levantan unas escaleras que conducen al interior del castillo, hoy convertido en museo. A la derecha de la entrada, una verja custodia un Cristo crucificado del siglo XIII. Es una talla en madera de nogal, que al fondo de una pequella capilla, parece sonreír desde la cruz.

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No se sabe si era intención del autor de la obra, pero efectivamente, Jesús, con los brazos abiertos clavados en la madera, parece abrazar con una leve sonrisa a los peregrinos que le visitan. Muchos no lo saben, pero la leyenda en torno a esta imagen se hace todavía más interesante cuando conoces que la talla sudó sangre en el siglo XVI.

Se dice que en 1552 -hay quien afirma que está documentado- la madera empezó a sangrar al mismo tiempo que Francisco de Javier moría en el otro lado del mundo. Fue en China donde el patrono de los misioneros se dejó sus 46 años de vida por los demás. Y nunca volvió. Su cuerpo incorrupto se venera ahora en Goa, India.

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