El Papa Francisco ha sacado recientemente una Encíclica, 'Fratelli Tutti' y nos viene a decir que todos somos hermanos, no la dirige a los católicos sino a todos los hombres de buena voluntad.

El punto de partida que hace el Papa en esta Encíclica es que lo que nos une es muchísimo más que lo que nos diferencia, que la dignidad es igual en todos los seres humanos, que nadie tiene más valor por ser de aquí o de allí, que los derechos que algunos tienen en un país tienen que ser los mismo en otro país. Es una Encíclica que se apoya en el pensamiento de San Francisco de Asís y que vamos a ir reflexionando en 10 temas.

El primer tema sería el marco de referencia, que vendría a englobarse dentro de la frase “Soñar como una única humanidad”. Compartimos la misma naturaleza, hombres y mujeres de todos los tiempos tenemos una misma naturaleza humana, las mismas aspiraciones y necesidades. La aspiración es el deseo de ser feliz, de una justicia y una paz que encaje las discusiones que tenemos todos dentro de nosotros. Eso lo compartimos todos y por eso podemos decir que todos somos hermanos.

Por eso esta Encíclica nos anima a coger este punto de vista y nos invita a superar las barreras y las diferencias. Nos invita a darnos cuenta del elemento común de esa humanidad que nos habla de una igual dignidad. Todos tenemos un mismo valor dentro de nosotros que no viene dado por el tiempo ni por el espacio ni por la capacidad personal. La igual dignidad viene dada por el hecho de ser personas. A partir de esa igual naturaleza vienen los elementos diferenciadores.

Algunos podríamos dar gracias a Dios por tener una familia que nos ha querido, en unas condiciones que nos permiten aspirar a mejorar nuestro propio entorno. Podríamos estar dando gracias a Dios toda la vida. Algunos, al contrario, han nacido en unas condiciones muchos peores que las nuestras: sin derecho a estudiar, en situación de esclavitud. Sin embargo, todos tenemos la misma dignidad. Y ese es el punto de partido de 'Fratelli Tutti'​.

San Francisco de Asís se dirigía a todos con estas palabras: “La felicidad está en amar a Dios y amar al prójimo”. Esos mandamientos del Señor no son para limitarnos sino para abrirnos a la eternidad. Así lo reconoce también la Encíclica: “Hay que amar al otro por qué está cerca de ti, pero tanto cuando esté lejos de ti”.

¿Para qué tenemos esta misma dignidad humana? ¿Qué es lo que nos mueve? Sin ninguna duda, es el deseo de una fraternidad abierta, de que todos somos hermanos. No poner en el acento en lo que nos separa sino poner el foco en lo que nos une. Es un punto de vista que no debería ser nuevo, pero sí que resulta novedoso.

En primer lugar, hay que poner nuestros ojos en Dios que nos ofrece una esperanza. Dios nos invita a vivir, desde ahora, con una fraternidad realizada y el Papa nos pide que reaccionemos para ofrecer este sueño de fraternidad a la humanidad. La fraternidad es una palabra propiamente cristiana que luego algunos se han apropiado. Sin embargo, en el Evangelio de este próximo domingo escuchareis como el Señor les dice a los discípulos “No llaméis nadie padres por qué sois todos hermanos unos de otros”. La fraternidad es un invento de Jesucristo.

El Papa Francisco nos invita a renovar ese sentimiento de una fraternidad profunda y a lo que aspira Francisco es a un deseo mundial de hermandad basado en la igual dignidad de cada persona humana. Eso a nosotros nos tiene que impulsar por dentro porqué cuando miramos a nuestro lado nos cuesta ver a personas como hermanos. A partir de allí podemos soñar como una única humanidad que nos cobija a todos.

La invitación es hacernos conscientes de esa humanidad y luego darnos cuenta de que el otro es uno, conmigo. Realmente el Señor nos está pidiendo que sintamos todos como hermanos, que procuremos construir esta fraternidad empezando por los que tenemos cerca.