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¿Qué hay después de un desahucio?

Os contamos lo que ocurre y cómo transcurre la vida, de personas y sus familias, después de un desahucio.

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José Melero y Fran SimónImparables

ImparablesJosé Melero y Fran Simón

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 16:30

“Cuando ves que no puedes darle a tu hija lo más básico, llega un momento que no puedes más. Me dormía todos los días pensando en hacer una locura. Estuve 2 años con mi hija sin salir de casa, bloqueada. Tuve una depresión profunda.”

La imagen la hemos visto demasiadas veces estos años por televisión. Escenas de desesperación, frustración, llantos, tensión... y unos profesionales grabando la instantánea con una cámara. Es el drama de los desahucios que ha azotado a cientos de familias en los peores momentos de la crisis, aunque también en los años posteriores. Tras la proyección de estas imágenes, las cámaras se apagan, pero comienza el drama para estas familias que se preguntan... ¿y ahora, qué?

Son cientos los casos, pero cada drama tiene su circunstancia. Si no que se lo pregunten a Gema, para la que dictaron hace 3 años una orden de desahucio de su vivienda de Toledo que, gracias a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, aún no se ha ejecutado. Desde entonces han paralizado la subasta del inmueble en 2 ocasiones. A este drama hay que sumarle la violencia de género, ya que Gema llegó hace años a la capital de Castilla-La Mancha con su hija adolescente huyendo de su pareja: “Nos hacía la vida imposible y nos fuimos de la ciudad donde vivíamos, pese a que yo tenía un buen trabajo. Al venir a Toledo, no encontraba empleo y me quedé en paro con 45 años. Así llevo 7 años. Ya no me quedan ingresos, estoy en exclusión social. A mi edad es muy difícil que me contraten.”

El caso de Gema ha sido una constante durante la crisis. También Benito fue despedido en 2008 de una constructora de La Solana (Ciudad Real) con 48 años. Mientras pudo, hizo frente a la hipoteca, hasta agosto de 2013. La deuda crecía al tiempo que el mercado laboral le seguía dando la espalda: “Vas a las empresas a buscar trabajo, y solo con decir la edad que tienes te eliminan. Nunca te llaman.” En su caso, la orden de desahucio está prevista para este otoño.

Es lo que hay detrás de los desahucios. Una vida dura, a veces solitaria e incomprendida por parte de la sociedad. El problema incluso puede llegar sin comerlo ni beberlo, como a María Josefa, que en breve podría perder su vivienda por la deuda de 45.000 euros que contrajo con el banco su hijo pintor, después de que las empresas para las que él trabajaba quebraran, dejándole a deber varios pagarés. A la deuda se suma el embargo de parte de la pensión de Josefa y de su marido: “El 14 de diciembre de 2017 se iba a emitir una orden de desahucio. Al comprobar que 2 días antes el juez aún no había dictaminado nada, no quise esperar a tener que sacar a mis nietos de 10 y 12 años de la casa, no quería que vivieran eso. En Criptana (Ciudad Real), el Ayuntamiento no disponía de pisos para que nos procuraran alguno, por lo que negocié con el banco un alquiler social vitalicio. El banco nos lo negó, y nos ofreció un alquiler social por 3 años. El 14 de diciembre se cumple un año y no sé si finalmente seguiremos.” Alquiler social que no lo es tanto, ya que, de los 889 euros que perciben de pensión Josefa y su marido, 237 euros van destinados a abonar el alquiler. Drama que se agudiza cuando de esta paga viven los 2 hijos en paro de Josefa y sus 2 nietos.

Y es que la negociación con los bancos es como un dolor de muelas. Que se lo digan a Olga que, tras 5 años de tira y afloja con su entidad, hace 2 meses perdió definitivamente su hogar de la localidad toledana de Torrijos. Tiempo de incertidumbre que le ha dado incluso para experimentar anécdotas “peculiares”“Estuve mirando casas para entrar como okupa por Toledo, porque no tenía otra opción. Cuando me decidí por una de ellas, resulta que conocía al dueño de la vivienda. Era un amigo mío que curiosamente conocí en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, por lo que entendía mi drama perfectamente. De hecho, me hizo un contrato de alquiler muy reducido en el Casco Histórico. Me dijo que los primeros meses no me cobraba hasta que arreglara mi problema”. Llegados a este punto, no está mal recordar que ha sido la solidaridad la que ha salvado a muchas de estas familias, bien de particulares o de organizaciones como Cáritas o Cruz Roja Española.

El desahucio es una pesadilla que nace por problemas de bolsillo, pero que trastoca, y mucho, a la salud. A Gema, el hambre y el frío le ha provocado con el tiempo fibromialgia y cuadros de ansiedad: “Tengo una espada de Damocles, porque cada día te preguntas... ¿me echarán mañana? Y eso es una angustia tremenda que crea muchísima ansiedad. Nos cortaban la luz y el agua. Mi hija y yo hemos estado 4 inviernos sin calefacción. No podemos ducharnos con agua caliente. Lo sufres como madre, pero tus hijos te duelen mucho. En el banco, cuando les explicaba la situación, me decían que tenía que pagar la hipoteca sí o sí, y si para ello era necesario no dar de comer a tu hija, que no lo hiciera. Eso es muy duro”.

Peor lo lleva Josefa, que hace un año y medio sufrió un infarto con 69 años, circunstancia que ella achaca a las preocupaciones y a la presión a la que está sometida su familia. A su marido, de 75, tampoco está bien de salud: “Tuve un infarto el 4 de mayo de 2017 por esta presión y tan solo me late un 25% del corazón. Mi marido tiene también una discapacidad en los brazos del 42%, porque tuvo una angina de pecho y es diabético.”

A ello se suman episodios de insomnio o bulimia, como lamenta Olga: “En los últimos años he bajado en tema de salud por este sufrimiento.” A Benito le ha afectado menos: “Por mi carácter lo he llevado mejor, pero a mi mujer le ha afectado mucho a nivel de salud. No es para menos”.

Más delicada es la situación cuando hay menores. Duele más. Explicarles un problema de este calado se hace muy cuesta arriba. Más aún cuando ves impotente como se marchan de casa a buscarse la vida, porque no pueden ser mantenidos. El hijo de Olga, con tan solo 18 años, se tuvo que marchar a Madrid para buscar trabajo: “Cuando cerré la tienda de alimentación que tenía en Torrijos, no pude hacerme cargo de él. Estoy separada y no tenía a nadie cercano que me ayudara. Consiguió terminar un módulo de Informática y encontró un empleo que solo le da para mantenerse. A mí no me puede ayudar.”

Gema, por su parte, casi comete una locura al ver a su hija sufrir: “Cuando ves que no puedes darle a tu hija lo más básico, llega un momento que no puedes más. Me dormía todos los días pensando en hacer una locura. Estuve 2 años con mi hija sin salir de casa, bloqueada. Mi familia tampoco sabía nada. Tuve una depresión profunda.”

Y, como plantea Olga, la cuestión es ver cómo les afectará en el comportamiento en el futuro. En muchos padres, el sentimiento de culpa es grande: ”Mi hijo tiene ahora 24 años, pero cuando empezó el proceso de desahucio tenía 14 y se daba cuenta de todo. Mi sensación es de haberle fastidiado su adolescencia. Tampoco teníamos calefacción, estábamos con mantas sentados en el sofá. Algo así a esas edades marca. Ves cómo sus amigos salen, entran, se compran unas zapatillas, pero tú no puedes comprarles nada.”

Los hijos de Josefa son ya adultos, por lo que le duele más sus nietos: “Los niños se dan cuenta. Les digo que no puedo comprarles nada. Los profesores me dicen que demasiado bien están. Mi nieta va al conservatorio y necesita un piano para practicar en casa, pero no se lo podemos comprar. ¡Qué lástima, con el talento que tiene! A mi nieto le hemos apuntado a baloncesto. Queremos que salgan de casa para que no estén pendientes de lo que ocurre”.

El futuro para estas familias es confuso y diverso. Olga sobrevive en una vivienda de alquiler a bajo precio y percibe una nómina. Gema recurre con miedo cada día a internet para comprobar si su casa sale a subasta, que ya han logrado paralizar en 2 ocasiones. Josefa está pendiente de que el banco renueve el alquiler social que le permita a ella y a su familia permanecer en el hogar al menos por un año más.

Más difícil es el caso de Benito, que tan solo percibe 600 euros de pensión por enfermedad, con el que tiene que mantener a su mujer y a su hijo menor. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca logró paralizar el desahucio en septiembre. Veremos por cuánto tiempo: “He pensado ser okupa porque no tenemos recursos. Ya he tenido que recurrir a Cáritas y a los servicios sociales. El futuro lo veo negro”.

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