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El miedo de María después de que su marido fuese captado por una secta: “Mis hijos están en peligro”

El marido abandonó a su familia dejándoles una precaria situación económica

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María ha sido víctima de una secta. Sus consecuencias permanecen en la actualidad. Y es que su marido abandonó la vivienda donde residían, dejando a la intemperie tanto a ella como a sus dos hijos, de ocho y nueve años. El núcleo familiar se vio destrozado. Y todo por la pulsera de Ormus. Los hechos se remontan a enero de 2018, en Valencia, cuando el marido de María se puso en contacto casualmente con el propietario de una papelería, que le habló de una señora que reside en Manises, y que ofrecía por tan solo 27 euros una pulsera mágica, que daba el pasaporte hacia la felicidad, a la curación de todo tipo de enfermedades como el cáncer, la depresión, etc. María no quería entrar en ese mundo: “Yo me negué porque no lo veía creíble, pero mi marido me comunicó que se había puesto en contacto con la señora para comprarle la pulsera. Nos prometió que con la pulsera de Ormus nos cambiaría la vida, afirmando tonterías como que nos iba a tocar la lotería.”

Tras la compra de la pulsera, la vendedora les introdujo en un grupo de Whassap, de la que ella es administradora (junto a sus cebos), donde instaba a los integrantes a realizar las actividades pertinentes, tales como meditaciones, realización de ejercicios, asistir a talleres o jornadas de convivencia, etc. Todo ello con un fin lucrativo. A los pocos días, la jefa de la secta comenzó a alabar al marido de María: “No paraba de elogiarle, a decirle que él era el mejor o que era un ser superior. Y él se lo creyó. Yo no estaba tan metida en el grupo porque cuidaba de los niños.”

"Me culpaba a mí de que mi marido no saliera adelante"

Un lavado de cabeza, según María, que culminó unos días más tarde: “Mi marido acudió a uno de los talleres que organizaba esta señora para pedirle consejos. Y le recomendó que me abandonara, ya que de lo contrario él no iba a progresar. Es decir, esta malvada me culpaba a mí de que mi marido no saliera adelante.”

A partir de ese momento, la actitud del marido de María cambio radicalmente: “Hasta entonces mi marido y yo estábamos muy unidos, tratando de llevar una vida mejor por nuestros hijos. De la noche a la mañana, cambió. Ya no quería saber nada de mí ni de mis hijos. Solo estaba dedicado a él. En este grupo solo te enseñan a ser egoísta, a pensar solo en ti. Y si algún ser querido sufre es porque quiere. Es un daño muy grande. Esta señora trajo el caos y la destrucción”

Entre enero y abril de 2018, el núcleo familiar quedó destruido: “Tras la compra de la pulsera, estuvo unas semanas tranquilo. En marzo, ya le tuve que parar los pies. Mientras en la secta alababan a mi marido, yo le decía que si quería ser un maestro tenía mucho que aprender, que aquello no era de la noche a la mañana. Por ello, mi marido se enfadaba. Fue a raíz de aquello cuando la jefa de la secta le pidió que me dejara.”

María desde el primer momento era reacia a todo aquello: “Desde ese momento, comencé a investigar lo que había detrás. Llegué a la conclusión de que éramos dos víctimas. Sobre todo mi marido. Yo salí a tiempo. En el grupo había gente que aseguraba haberse curado del cáncer gracias a la pulsera. Eran cebos. La fibromialgia no tiene cura. Es mentira lo que vende.”

Lo que más duele a María, es que ha dejado abandonado a sus dos hijos: “Dejó de ser un buen padre. De hecho, ellos ya no quieren ir con él. Han notado cambios. Mis hijos le suplicaban que cambiara. Mis hijos sufrían por su estado. Vivieron incluso escenas que podían ser muy traumáticas para ellos. Por ejemplo, a mi hija le mostraba fotografías de otra mujer diciendo que sería su próxima madre.”

A ello se suma que el marido de María dejó de pasar la pensión a sus hijos: “Nos dejó en una situación económica muy difícil. Fíjate hasta donde llegaba su maldad, que habló con el casero para que nos echaran de la casa donde estábamos de alquiler. De hecho, ahora estamos en riesgo de ser desahuciados por impagos. Ahora parece que he encontrado un trabajo para salir del bache. Él, en cambio, sigue trabajando como militar.”

Ante esta situación, María confiesa sentir mucho miedo, especialmente por sus hijos: “Tengo miedo de que a mis hijos les pase algo cuando estén con mi marido. No confío en él. Veo mucha maldad. Últimamente les insulta, les pega, o les amenaza con llamar a la policía. Era buena persona, confiada, y por creer en la gente está como está.”

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