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REVISTA DE PRENSA: Por unanimidad, Talavante

Consulta las principales crónicas publicadas sobre la Corrida de la Prensa.

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Tiempo de lectura: 4'Actualizado 12:41

“Talavante marca diferencias”, por Sixto Naranjo (COPE.ES)

El temple como arma y el mando como imán para que el toro siguiese el engaño. Tras una tanda a derechas, alumbró un cambio de mano que hizo rugir la plaza. Al natural siguió la faena. Acinturado, ajustándose a la embestida del toro, obligándolo a ir hasta donde decía la muñeca de Talavante. Siempre en el sitio, sabedor de lo que pide y exige Madrid. Y un final de nuevo al natural, mirando al tendido, que terminó por levantar el clamor del público. La espada se le fue dos dedos. La oreja fue de ley, quizá era de dos.

“Faena de categoría de Talavante y grave cornada a Jiménez”, por Andrés Amorós (ABC)

Aunque el toro embiste sin clase, Alejandro lo va metiendo en la muleta, con gran facilidad y suavidad. Un cambio de mano levanta un clamor. Cuando le cita dándole el pecho, el «7» y el «8» se le entregan: una faena de categoría. Mata con la misma facilidad y corta un trofeo que se recordará.

“La magia de Talavante voltea una debacle”, por Zabala de la Serna (EL MUNDO)

La magia a cámara lenta de Alejandro Talavante le dio la vuelta a la tortilla podrida de la tarde, a la debacle desenfrenada. Pronto la izquierda, los vuelos, el pulso. La lentitud también de la derecha, que alumbró un cambio de mano inmenso. Como aquel de Sevilla de 2007. La sinfonía talavantista mecía Madrid en sus muñecas, en su cintura, en su naturalidad infinita y embrocada.

“Talavante torea para el Siete”, por Patricia Navarro (LA RAZÓN)

Fue al natural donde Alejandro se entretuvo, porque hay que entretenerse para torear tan despacio y bonito, tan sincero, tan bello, y por la derecha también. Faena breve, de pura armonía, de torería con un final glorioso y, esta vez sí, cierre feliz: un estocadón. Ocurrió todo en muy poco terreno, cerrado en tablas, justo en el tendido Siete, que se rindió, entregado, y loco en esos últimos muletazos de desprecio absoluto en los que Talavante miraba al tendido. Tuvo magia. Se le concedió una oreja. Se quedaba corto el premio.

“Castella queda en evidencia”, por Antonio Lorca (EL PAÍS)

Lo aprovechó en toda su dimensión Talavante, quien se entretuvo en torear de salón, confiado y artista, por naturales hermosos, algunos de ellos bellísimos, y redondos rebosantes de torería. Faltó la emoción de la casta, pero ahí quedaron pinceladas del mejor toreo moderno.

“Talavante y nada más”, por Juan Diego Madueño (EL ESPAÑOL)

Talavante a resguardo sobre el tercio, a la altura del 7. Una apuesta suya. De la primera tanda se descolgaron dos naturales: en uno murió la tanda calidamente, con ese son, acogedora, envuelta, tersa. Talavante se hizo agujero negro. Hundido en las profundidades. Todo a su alrededor tenía una velocidad distinta. Torear tan despacio es un veneno. La plaza rugía. La naturalidad, los vuelos, las salidas de la cara.

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 “Un torerazo y una sombra”, por Javier López (EFE)

Y vaya si lo hizo, dentro de una faena muy medida, de catorce o quince muletazos a lo sumo, y todos al natural, pero con una naturalidad, un empaque y una prestancia que hizo que Las Ventas despertara del letargo en el que estaba sumida, rugiendo como un tigre de bengala a raíz de un maravilloso y lentísimo cambio de mano. Qué preciosidad de labor la del 'Tala', aderezada de remates y adornos también muy a modo, de ahí que, tras la estocada de dudosa colocación y efecto fulminante, le concedieran una oreja de ley.

“El toreo de oro de Alejandro Talavante tapa todas las miserias”, por Carlos Ilián (MARCA)

Toreo de oro en los naturales de seda y en los redondos de temple y cadencia. Toreo por bajo en trincheras preciosas y los de pecho, irreprochables. Faena medida, precisa, sin alardes. Toreo puro, purísimo, del auténtico heredero de José Tomás. Una estocada desprendida y una oreja de ley, una oreja que nada tiene que ver con las que se habían cortado estos días, de auténtico pueblo.

“La verdad en diez minutos”, por Marcos Sanchidrián (MUNDOTORO)

Talavante no esperó para torear con la mano izquierda cuando en un cambio de mano la tarde cambió su sino. El destino que acompañaba a los que ya habían desistido y no creían en que en el toreo todo es posible. Los naturales iban a la misma velocidad que iba el toro. Al paso. Naturalidad, inspiración, empaque. Fueron un puñado de muletazos preñados de eso que no se puede cuantificar. A Talavante parece que no le cuesta torear. Le nace.

“Una obra genial de Talavante levanta la tarde en Madrid”, por Íñigo Crespo (APLAUSOS)

Faena suave y torerísima de Talavante, ligada en un palmo con una armonía y un compás exquisito. Faena bella, de mucho gusto y suavidad, en la que destacaron los naturales que fueron soberbios. Toro bondadoso, que respondió al temple y las sutilidades del extremeño que toreo a cámara lenta. Muy metido el público con la obra.

“Tres bronces de pura vida”, por Marco Antonio Hierro (CULTORO)

De ahí en adelante fue Alejandro puro latir. Al natural, con la muñeca dirigida por el propio corazón, con el sentimiento pintado en un mohín de pura vida, de puro dolor de sentir tanto. De enterrarse tanto en el puro torear. Y allí llegó el segundo bronce. Escultura cincelada con las tripas del tendido 7, con la mirada en el infinito de las mismas miradas que no lo habían querido ver. Era allí donde miraba Talavante, que puede torear y sentir, pero también vino a conquistar. 

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