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La falta de relevo generacional toca fondo en Las Ventas

El capote de Carlos Ochoa no salva una pobre novillada de Fernando Peña y una discreta actuación de la terna.

Inicio de faena de Carlos Ochoa al cuarto novillo de Peña este viernes en Las Ventas

 Inicio de faena de Carlos Ochoa al cuarto novillo de Peña este viernes en Las VentasPLAZA 1

MadridJulio Martínez Romero

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 23:58

La crisis de concepto y la falta de ambición en el escalafón es preocupante. Cuando Madrid adolece de esa pareja en las novilladas, cabe pensar que esto tiene los días contados. No me refiero al relevo generacional, sino a que a la nueva hornada que viene le quepa en la cabeza algo más que las saltilleras, el cambiado por la espalda o hasta hacerse pasar por toreros. Porque sus antecesores no hicieron lo que hicieron ni pagaron con sangre para dejar este legado. Porque torear por derecho se ha convertido en una utopía.

Ya ni el reloj se respeta. Sonaron clarines y timbales a las 21:28, dos minutos antes de la hora estipulada. Manido es aquello de que una corrida de toros es más puntual que un recuento de prisión, pero el señor Magán debía de tener prisa. El primer astado echó por tierra sus supuestas prestezas. Salió tímido de corrales y aparentando carencias en cuanto a fortaleza. Breve fue el saludo de capa y breve fue el cometido de Afectuoso. Se fue al corral. Otra vez será, Magán. Respete los tiempos, en el toreo son sagrados.

Entre que unos ya andaban con los tangos en alto y otros buscaban su sitio, un personaje quiso ser espontáneo. Mejor vestido que un modelo de Armani, pero con más miedo que siete zorras. Antes de saltar ya estaba tapado en el burladero. Ridículo él y fantástica la rápida actuación de la autoridad.

El sobrero de El Sierro salió con brío y Carlos Ochoa le recetó un ramillete de verónicas de bella factura. Claro, que un viernes 10 de agosto en Madrid más vale levantar polvo que hacer el toreo. Brindó a Miguel Abellán, en los bajos del 10 con gorra y con airmax. La afición quiere verlo de luces. Se lo sacó a los medios sacrificando la torería y primando la inteligencia. Después, el toro se echó. De haber ostentado mayor fortaleza, hablaríamos de un extraordinario novillo.

Disposición y cierta celeridad en un Ochoa con ganas de sentir Madrid. Enterró la espada en la suerte contraria, pero necesitó de hasta tres golpes de descabello para zanjar la faena.

Se movió en el capote de Marcos el Afectivo que hizo segundo. Lidia campera a favor de obra. Alrededor, me permito el lujo de decir, la mejor cuadrilla de toreros de plata que se puede llevar. Rafa González, Miguel Martín y Fernando Sánchez. No hace falta que diga que lo bordaron tanto en la lidia como con los rehiletes. Brindó al público, dosificó la nobleza y breve casta del animal para poder plantar batalla. La brusca y acelerada muleta del madrileño no acompasó el son del de Fernando Peña. La espada hizo guardia.

Diego Peseiro perdió los avíos cuando trataba de parar al tercero. José Ortega Cano, en el callejón, y su pupilo José Fernando, en los altos del 6, vieron lo que se venía encima. Bisoñez desmedida en un novillero de 21 años. Con tal edad no hay excusa. No debe haberla. Debe haber toreo y disposición. El picador le recetó un navajazo infame al utrero del que bullo sangre a espuertas. Quitó Ochoa por aceleradas saltilleras y replicó Peseiro por toreras chicuelinas. Lo mejor y único que hizo. Se animó el de Santarém con los garapullos. Quedaron más en el piso que en el lomo del novillo. El estropicio en banderillas fue corregido con un poderoso inicio en el tercio. Después, en el toreo fundamental, ahogó al astado con domicilio en Calera y Chozas. Pinchó en el primer intento y el estoque casi trincha a Ortega Cano. Salió disparado y cayó a centímetros del maestro.

En el cuarto, sin cena de por medio, Carlos Ochoa volvió a demostrar su lucidez con sentidas verónicas. Lamentablemente, ninguna caló en los tendidos. Ni siquiera en aquellos que presumen de dar cobijo a la eminencia taurina nacional. Entre el pasotismo, el inexistente tercio de varas y un decente quite de Marcos, un Nadal-Federer en Wimbledon resultaría más ruidoso. Inquietante la pasividad venteña, cuando no preocupante. De repente, Andrés Revuelta. Torero. Uno de los pares de banderillas de la temporada. De la abulia a la emoción y acto seguido, vuelta a la oficina. Insulsa labor muleteril de Ochoa que, sumada al calor, infirió una dosis extra de aburrimiento. Mató al segundo intento en la suerte natural.

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Consiguió Marcos algún lance estimable con el quinto. Francisco Javier Sánchez le recetó un par de soberbios puyazos. Y para soberbia la lidia de Miguel Martín. Qué novedad, ¿verdad? El prólogo muleteril atisbó conato de éxito. La movilidad del novillo también fue proclive al triunfo, pero la labor de Marcos terminó por enfadar al personal. Trasera y desprendida la espada, el descabello puso fin al calvario.

Con la mitad de la plaza camino de casa o del bar, en ese orden, salió Atronador entre relámpagos y no pocos truenos cercanos a la calle Alcalá. Conjuntó dos verónicas con sabor Diego Peseiro que echó por tierra con unas chicuelinas a todas luces innecesarias y que rozaron la tragedia. Más raza que clase en el peto, el utrero de Fernando Peña tuvo que presenciar la actuación del portugués en banderillas. Una mezcla de intento de torero y de actuación de Farruquito. Pares sin fuste ninguno rematados con bailes y medias vueltas pasto de antitaurinos. Todo con prisas. El trasteo volvió a rozar la tragedia y no por el peligro del toro sino por la tristeza que transmitió el joven. Una borrachera de enganchones que acabó por vaciar el coso. Para colmo, la tizona volvió a viajar al callejón. Sin percances.

Festejo impropio para la mejor y más importante plaza del mundo. Novillos carentes de facultades e imberbes novilleros con edad de matadores de toros. La tecnología avanza y el toreo puro se ralentiza. Quizá en unos años, se exija tener una edad para pasar al escalafón mayor, pero sería más acertado acreditar unos requisitos para actuar en Las Ventas. Sinceramente, estos festejos dañan la imagen del toreo. ¿Es necesario darlos? Si no hay novilleros en condiciones, no se puede soportar semejante esperpento. Agosto en Madrid fue de corridas y no de novilladas. Son ahora las figuras las que deben reavivar la llama estival madrileña. Solo ellos pueden solventar tamaña atrocidad. Ni Madrid ni el toreo se merecen vivir más festejos como este.


FICHA DEL FESTEJO 

Madrid, viernes 10 de agosto de 2018. Menos de un tercio de plaza (7.179 espectadores).

Cinco novillos de Fernando Peña y un sobrero de El Sierro (1º bis). Bien presentados aunque desiguales, nobles y de escasa fuerza. El mejor, el 5º.

Carlos Ochoa, palmas y división al saludar.

Marcos, saludos tras aviso y silencio.

Diego Peseiro, que debutaba en Las Ventas, silencio y silencio.

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