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TOROS LAS VENTAS

Detalles de la terna en desigual novillada de la Ventana del Puerto en Madrid

Javier López

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 23:56

Javier López

Los tres novilleros que hicieron hoy el paseíllo en la cuarta nocturna del mes de julio en Las Ventas dejaron esperanzadores detalles, cada uno en su estilo, ante una muy desigual e insulsa novillada de La Ventana del Puerto, en la que, no obstante, hubo alguno que se dejó.

Largo como un tranvía pero vareado de carnes y amable de cara, el primero de Alejandro Gardel salió abanto, marcando la querencia y apuntando ya escasas fuerzas. Un trámite fue el castigo de varas. Y un calvario el tercio de banderillas por lo mucho que esperó.

Hubo gusto en el prólogo. También encaje y torería. Y una primera tanda también de cierto pellizco por el derecho. Otras dos posteriores todavía mejores, más asentadas, más templadas y por abajo, con notable pulso para que todo saliera limpio y compactado. Y a todo esto, el novillo embistiendo con mucha calidad, aunque había que ayudarlo y empujarlo hacia adelante.

Buena impresión la del madrileño, el diamante en bruto que dejó Palomo Linares antes de abandonar el mundo terrenal. Cuatro cositas por el izquierdo y otros tantos adornos fueron el corolario a una labor malograda finamente con los aceros. Pinchazo y bajonazo. El silencio final se antojó demasiado tacaño.

Más bajito y regordío, el cuarto, al que Gardel recibió con elegantes verónicas, a la postre, lo único destacable, pues al utrero, muy justo fuerzas, le faltó celo en sus nobles acometidas. Gardel volvió a dejar fogonazos de su buen estilo dentro de un conjunto que no llegó nunca a tomar vuelo. Mal otra vez con la tizona.

David Salvador dejó su carta de presentación con un garboso saludo a la verónica al segundo, novillo más serio por delante, y más altón también. Se dejó pegar (poco y mal) en el caballo, y se dolió e hizo hilo en banderillas. Milagroso el quite del propio Salvador a su peón Jesús Fernández antes de brindar al personal.

No tuvo nada de clase el utrero en el último tercio, rebrincado y con la cara muy suelta. Pero dándole distancia parecía más agradecido. Pero tampoco mucho. El aragonés, aunque salmantino de adopción, lo entendió a la perfección y, si bien en lo artístico no pudo resolver, al menos se vio que le funciona la cabeza. La espada, en cambio, sí debe pulirla.

El quinto, más bastorro de hechuras, le costó desplazarse y Salvador, que volvió a dejar retazos del buen corte que atesora, no pasó nuevamente de los detalles sueltos. El paisanaje le sacó a saludar.

El primero del Galo era una "pintura". Guapo de verdad. Y serio. Pero lo bueno que tenía por fuera le faltó por dentro. Sobre todo fuerzas. Dos veces al suelo y un volatín lo corroboraron. Poco trabajo, pues, para del piquero, que no le hizo sangre ni para un análisis.

Espectáculo y facultades exhibió el franco-mexicano con los palos, desenvolviéndose con desparpajo. Variado y certero. Primera ovación de la noche. Otra más en el brindis. Faena de pases de uno en uno con cierto encaje en la distancia corta, mas al conjunto le faltó redondez, limpieza y, sobre todo, hilván.

Un final entre los pitones, rodillazos incluidos, volvió a despertar a la parroquia, que agradeció el esfuerzo desordenado del Galo, que, tras fallar a espadas, acabó silenciado.

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Con más alegría que ninguno de sus hermanos acudió al caballo el sexto, al que el Galo quito por vistosas zapopinas. Nuevamente exhibió músculo con los rehiletes, aunque su forma de clavar se antojara un tanto burda.

Como el propio quehacer de muleta del pequeño de los Lagravere, que apenas interesó nada más que en la estocada que agarró entrando si muleta ante un novillo que tampoco se prestó lo suficiente, sin fuerzas, sin clase, sin humillar...

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FICHA DEL FESTEJO.- Cuatro novillos de La Ventana del Puerto y dos -cuarto y quinto- de Puerto de San Lorenzo, desiguales de presentación y juego. El mansito y blando primero tuvo calidad en la muleta; rebrincado y sin clase, el segundo; flojo y sin recorrido, el tercero; noble y sin celo, el cuarto; sosote, el quinto; flojo y desclasado, el sexto.

Alejandro Gardel, de rosa palo y oro: pinchazo y bajonazo (silencio); y pinchazo y bajonazo (silencio).

David Salvador, de carmín y oro: dos pinchazos y bajonazo (silencio); y pinchazo y estocada ligeramente tendida (ovación).

André Lagravere "El Galo", de grosella y oro: pinchazo y media atravesada (silencio); y pinchazo, estocada trasera entrando sin muleta y dos descabellos (ovación).

En cuadrillas, Raúl Cervantes saludó tras banderillear al cuarto.

La plaza registró un cuarto de entrada (7,723 espectadores, según la empresa).

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