De Benedicto XVI a Francisco

Así vivimos un mes histórico para la Iglesia

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La mañana del 11 de febrero de 2013, el teletipo de la agencia italiana de noticias ANSA soprendió a todas las redacciones del mundo. Aunque la fuente era buena, nadie se atrevía a dar como segura aquella noticia tan importante y revolucionaria hasta que no hubiera una confirmación oficial. Los nervios se dispararon, empezaron las carreras y los teléfonos no paraban de sonar. Ese 11 de febrero de 2013, en COPE sonaba la Mañana en Madrid, con Pilar Cisneros. Y nuestra compañera Eva Galvache entraba en directo a contar lo que, de momento, era un rumor.

El Papa Benedicto XVI había anunciado su renuncia durante un consistorio público ordinario, en el que en principio se iban a revelar las fechas de canonización de las beatas María Guadalupe García Zavala y Laura Montoya. Un acto al que solo asistieron 4 periodistas, entre ellos la veterana vaticanista italiana Giovanna Chirri. Chirri era la única de las periodistas presentes que hablaba latín con fluidez y la única que entendió desde el principio la trascendencia del mensaje lanzado por Benedicto:

       "Siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, renuncio al ministerio de obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los cardenales el 19 de abril de 2005. De forma que, desde el 28 de febrero de 2013 a las 20:00 la sede de Roma, la sede de San Pedro quedará vacante y deberá ser convocado por medio del que tiene competencias el cónclave para la elección del nuevo pontífice". 

Hacía 600 años que un Papa no renunciaba al obispado de Roma, desde que lo hizo Gregorio XII en 1415. Benedicto XVI se sentía sin fuerzas para seguir liderando la Iglesia y daba un paso responsable y valiente. Como estaba anunciado, el 28 de febrero, la renuncia se hizo efectiva. Empezó así el periodo de sede vacante y se convocó el cónclave para elegir el nuevo Papa el 12 de marzo.



EL CÓNCLAVE

115 cardenales electores de todo el mundo se citaron en el Vaticano para elegir al nuevo obispo de Roma. 28 italianos, 32 del resto de Europa, 20 norteamericanos, 13 sudamericanos, 11 africanos, 10 asiáticos y un australiano. El último en llegar a la capital italian fue el cardenal Jean-Baptiste Pham Minh Man de Vietnam.

Durante los días previos al concilio se dispararon las quinielas. Entre los favoritos estaban el Cardenal Angelo Scola, Arzobispo de Milán, el Prefecto de la Congregación de los Obispos, el canadiense Marc Ouellet o el Arzobispo de Sao Paulo, Cardenal Odilio Scherer.

El día 12 de febrero por la tarde se celebró la primera votación y ningún candidato obtuvo los dos tercios necesarios. Fumata negra. A lo largo del miércoles se fueron sucediendo las votaciones sin éxito hasta que alrededor de las siete de la tarde, tras la quinta votación, el humo blanco ascendió al cielo de Roma.

Todavía hubo que esperar una hora más para que el Cardenal protodiácono Jean-Louis Tauran saliera al balcón a anunciar quién era el elegido.


EL PAPA FRANCISCO

Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, del que muchos decían que había quedado segundo en la elección de Benedicto XVI, sería el nuevo Papa Francisco. Su elección sorprendió a muchos, que esperaban un papa más joven (Bergoglio tenía 76 años) y sentó un nuevo precedente, ya que por primera vez en la era moderna se escogía un papa no europeo. También por primera vez se elegía un papa perteneciente a la Compañía de Jesús.

En su primer discurso, Francisco ya daba muestras de las líneas que marcarían su pontificado:

      "Hermanos y hermanas, buenas tardes.

Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja.

Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí....

Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descanséis".

Unas palabras cercanas para el pueblo de Roma y la Iglesia Católica y un instante de emoción en el que se hizo el silencio absoluto entre las miles de personas congregadas en la Plaza de San Pedro.

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