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La desolación de la abominación

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Tiempo de lectura: 2'Actualizado 15:59

Me ha producido cierta desolación ver a Pedro Sánchez prometer su cargo de Presidente del Gobierno sin Crucifijo ni Biblia sobre la mesita colocada al efecto en el salón de actos de la Zarzuela. Es algo simbólico, ya lo sé. Y casi preferible que haya sido así en la medida que evita la hipocresía de hacer creer lo que no se cree. Pedro es agnóstico, o ateo, y no tenía ningún valor prometer lo que ha prometido ante dos signos de una religión en la que no cree.

Pero, el Crucifijo y la Biblia son parte de la tradición y la cultura del pueblo español, aunque cada vez se descristianice más. El hecho de que haya impuesto su desaparición de un acto tan simbólico supone un cierto desprecio hacia las certezas de buena parte de la sociedad, incluidos los socialistas que no han abandonado su fe. (Por cierto, ¿para cuanto un partido socialcristiano que no necesitaría ser confesional?) Una cosa es la indiferencia ante los signos del cristianismo, base de nuestra civilización europea y otra muy diferente despreciarlos.

Admito que el gesto de Pedro Sánchez es coherente con su “postmodernismo”, es decir, con su desdén por el mensaje de paz y amor que representan los dos signos ausentes del acto. Puede alegarse que allí estaban presenten el propio Rey Felipe VI y su antecesor Mariano Rajoy, que no han desmentido nunca su fe. aunque hayan firmado decretos y leyes que la atacan en su misma raíz, como la del aborto, tan arteramente propuesta por el más nefasto presiente que jamás hemos tenido, Rodríguez Zapatero. Pero ni siquiera éste, como tampoco Felipe González, abjuraron de la historia cristiana de España en un momento de tanto simbolismo como la toma de posesión de un cargo.

A Pedro Sánchez le bastó un ejemplar de la Constitución. Pero al verlo con su mano puesta sobre un volumen tan bellamente encuadernado me figuraba lo que será en su día cuando se empeñe en reformarla: un papel mojado. Al menos, los encargados del protocolo deberían haber pensado en colocar, bien visible, una bandera de España. “¡Hombre, no sea usted tan exigente!”, me diría algún educado tertuliano, cosa difícil de encontrar. “Allí estaba el Rey, que es el Jefe del Estado y que representa tanto o más que la bandera. Y el señor Sánchez prometió respetarlo… ”Bien, vale, no hay que ser tan severo… Pero no me lo explico muy bien. Aunque sea legal, lo de prescindir del crucifijo vino a despojar aquel salón de la Zarzuela de algunos principios que el nuevo presidente también está obligado a respetar…”

Bueno, eso ya lo veremos. Una de las primeras leyes que tenía propuestas el PSOE cuando ni siquiera pensaba en gobernar, va a ser la de la eutanasia activa, en consonancia con el aborto zapateril. ¿Es eso tolerancia? No, eso es postmodernidad, eso es un paso más en la colonización de la ideología de género, en la destrucción de la familia, en la banalización de la vida….

Cierto, no estamos en la abominación de la desolación anunciada por el profeta Daniel y ratificada por San Mateo en su Evangelio: a fin de cuentas la toma de posesión de Sánchez no fue en un lugar santo. Pero nos acercamos mucho a la desolación de la abominación. En fin, Sánchez ha querido empezar así su parte de legislatura. Y acaso sea mejor de esta manera: ya sabemos lo que nos espera a los cristianos.

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