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HUNGRÍA

¿Quién es Viktor Orbán? Ultranacionalismo reaccionario en el corazón de Europa

El reelegido primer ministro húngaro triunfa en su país con un mensaje contra la inmigración

¿Quién es Viktor Orbán? Ultranacionalismo reaccionario en el corazón de Europa

El primer ministro húngaro, Viktor OrbánEFE

Miguel Palazón
@MiguelPalazon

Redactor COPE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 04:52

Nació en Felcsut, un pueblo de apenas un millar de habitantes del condado de Féjer, en el centro de Hungría, tiene 54 años y acaba de ser reelegido primer ministro de este pequeño país centroeuropeo por cuarta vez, tercera consecutiva. Viktor Orbán es el líder que asusta a Europa con sus postulados ultranacionalistas y contrarios a los inmigrantes. Pero... ¿quién es Orbán?

El jefe del Ejecutivo húngaro quiso ser futbolista. Era delantero, pero no pasó de jugar en la tercera división de su país, así que salió de casa para estudiar Derecho en Budapest e incluso obtuvo una beca de la Fundación Soros para estudiar en Oxford, en Reino Unido. Era 1989, un año importante para Hungría en el que Orbán adquirió protagonismo. Aquella nación pro-soviética estaba a punto de experimentar un cambio del que ahora el primer ministro iba a ser protagonista. Fue entonces cuando Orbán organizó un nuevo movimiento político junto a sus amigos al que llamaría Fidesz, o Alianza de los Jóvenes Demócratas.

Con 25 años, aquel joven anticomunista acababa de sembrar el germen del actual partido que gobierna el país magiar. Y en 1989, se unió a la oposición de su país para pedir la retirada de las tropas soviéticas, En aquel momento, Fidesz era más un partido liberal que conservador, pero esa postura no le dio réditos políticos. Así que, mientras su país era gobernado por el socialismo liberal, Orbán giró hacia una derecha más radical.

Para entender por qué, con esta ideología, Orbán ganó las elecciones de 1998, hay que entender qué Hungría existía en esa década. El país vivió un cambio drástico: la salida del comunismo trajo consigo la privatización de muchísimas industrias. A cambio, llegó la inversión extranjera que produjo enormes desigualdades entre el campo y las zonas urbanas, y que deslocalizaron la producción, lo que supuso la subida del número de desempleados hasta el millón de personas en un país que apenas superaba los 10 millones.

Ahí encontró la grieta Orbán: abandonó posturas liberales para abrazar un nacionalismo patriótico que, esta vez sí, le dio resultados políticos y la victoria en los comicios del 1998. Duró una legislatura, pero al primer ministro le dio tiempo a preparar a Hungría para entrar en la Unión Europea.

El socialismo volvió al poder otra vez en 2002, pero 8 años más tarde, Orbán regresó al Parlamento de Budapest con más del 52% de los votos. Con ese respaldo, el flamante nuevo primer ministro pudo cambiar la Constitución para convertirla en una texto más conservador y para reducir el número de escaños en el parlamento, pasando de 386 a 199. Volvió a ganar en 2014, obteniendo una mayoría aplastante (133 diputados) y comenzó a acercarse a estados como la Turquía de Erdogan y la Rusia de Vladimir Putin.

Pero Orbán adquirió protagonismo en 2015, cuando la guerra de Siria hizo que muchos ciudadanos de aquel país tuvieran que salir de allí destino a Europa. Orbán opinó entonces que se trataban de "refugiados económicos", les negó la entrada a Hungría y construyó una doble valla en la frontera sur con Croacia de 175 kilómetros. Aquella actitud se reflejó en una imagen: la patada que la periodista magiar Petra Lazslo le dio a un refugiado sirio que llevaba a un niño en brazos en la frontera:

Lejos de perder seguidores, Orbán los ha ido ganando con sus políticas anti inmigración. "No queremos minorías con culturas y antecedentes diferentes entre nosotros. Queremos mantener a Hungría como Hungría" es una frase suya. También, cuando la Comisión Europea propuso en 2015 que cada país miembro de la UE acogiera a un número determinado de asilados, el primer ministro dijo que "nadie nos dirá a quién dejamos entrar en nuestra propia casa".

El pasado domingo Orbán volvió a ganar las elecciones con casi la mitad de los apoyos, viendo reafirmada sus políticas nacionalistas. Él niega que exista una identidad europea. Es un claro ejemplo de defensa de una UE donde lo más importante es la soberanía de cada país. Porque, eso sí, nunca ha dicho querer abandonar el club.

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