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Un año después de Vistalegre II, Podemos aún busca recobrar el pulso político

Sonia López

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 13 abr 2018

Sonia López

Transcurrido un año de la Asamblea de Vistalegre II y de la victoria indiscutible de Pablo Iglesias frente a las tesis 'errejonistas', Podemos sigue buscando cómo hacerse más fuerte, como pretendía, y rearmarse para remontar el desgaste que apuntan las encuestas y el varapalo electoral en Cataluña.

¿Qué ha cambiado desde que el 12 de febrero de 2017 las bases de Podemos dieran todo el poder a Iglesias e Íñigo Errejón se viera relevado en los puestos de mayor proyección?

Si nos fiamos de los sondeos, a los que Podemos mira con mucha cautela, el apoyo a la formación morada ha ido cayendo en los últimos doce meses.

En enero de 2017, en plena crisis por el enfrentamiento previo entre 'pablistas' y 'errejonistas', la encuesta del CIS le daba a Podemos un 21,7 por ciento de los votos (prácticamente en el mismo porcentaje que lograron en las elecciones del 26J).

Un año después, el CIS sitúa a Podemos y sus confluencias con un 19 por ciento de los sufragios y como cuarta fuerza política por detrás de Ciudadanos.

Más allá de reiterar que a menudo se ha pronosticado la muerte o debacle de Podemos sin acierto, fuentes de la dirección morada concluyen que "el bipartidismo es historia, que a día de hoy el tablero se juega entre cuatro fuerzas" y que "puede ganar cualquiera".

En Vistalegre II triunfó la apuesta de Iglesias en favor de mantener la tensión en el Parlamento y en los conflictos sociales, sin dejarse arrastrar por la "moqueta" en las instituciones y sin parecerse al PSOE ni a Cs, con quien hoy negocian una reforma electoral a la que quieren sumar a los socialistas.

Negociación que encajaría perfectamente con las tesis del sector 'errejonista', proclive a ensanchar Podemos y atraer "a los que faltan" recuperando la iniciativa para ser útiles desde las instituciones.

Digerida la derrota, Errejón y los suyos -algunos relegados a la última fila- asumieron un discreto segundo plano en aras del pacto con Iglesias, que dejaría en sus manos la candidatura a la Presidencia de la Comunidad de Madrid.

Estar fuera de foco le ha permitido abonar ese terreno electoral, pendiente aún de unas primarias, aunque Iglesias ya le ha azuzado a ponerse en modo campaña.

De hecho, fuentes del sector 'errejonista' consultadas por Efe evidencian que han pasado página y miran más hacia fuera que hacia dentro al recordar que ese congreso se celebró en un "clima de estancamiento de la política española", que se ha profundizado desde entonces, "enrarece el ambiente y bloquea los cambios pendientes".

Un año después, añaden, "toca afrontar como tarea más importante y decisiva la construcción de candidaturas municipales y autonómicas que consoliden lo avanzado en las ciudades del cambio y lo extiendan a las comunidades autónomas para 2019".

Quien se ha consolidado como una de las figuras con más peso desde entonces ha sido el secretario de Organización, Pablo Echenique, el más votado por los inscritos tras Iglesias.

Siempre que puede, Echenique saca su orgullo por esas primarias con "récord de participación en la historia política de España", recuerdan a Efe fuentes de su equipo.

Junto a él, Irene Montero se ha convertido en otro de los pilares de Podemos, la mujer fuerte de la organización, que se afianzó como portavoz en el Congreso, o portavoza -que diría ella-, gracias a la fracasada moción de censura contra Mariano Rajoy.

En la dirección morada llevan a gala su trabajo "continuado" en el Congreso, que les ha posicionado -dicen- como "el partido de referencia de la oposición parlamentaria", capaz de "plantar cara" al que ahora llaman "M.Rajoy".

Igual que hace un año, creen que sigue siendo necesaria "una fuerza que haga frente a los retos del país", priorice las políticas "al servicio de la gente" e impulse reformas.

Y en esas están, buscando cómo colocar en la agenda mediática los problemas sociales.

No haberlo logrado es el único error por el que Iglesias ha entonado el 'mea culpa' tras su decepcionante resultado en Cataluña, donde 'los comunes' ansiaban tener la "llave" y se han quedado en "modesta" oposición defendiendo un referéndum pactado.

De Vistalegre II salió afianzada también la corriente Anticapitalista del eurodiputado Miguel Urbán -con un puesto en la ejecutiva-, que ha tenido que superar algún roce con la dirección, cuando les "desautorizó" por un comunicado que reconocía la "república catalana".

Hace un año Iglesias afirmaba en una entrevista con EFE: "Estoy convencido de que nuestras cicatrices nos van a hacer ser mucho más fuertes".

Si han conseguido o no cerrar las heridas, sólo lo pueden decir ellos, pero lo que entonces nadie se planteaba, el cambio de nombre de Podemos, ahora se lo preguntan directamente a Pablo Iglesias a cuenta de la mayor visibilidad que quiere IU.

Y ya no es tajante: "A mí la cuestión de los nombres me parece secundario, si hay que cambiar las cosas, se cambian, eso no va a ser ningún problema", decía el viernes en TVE.

Desde el entorno de Errejón destacan a Efe: "En medio de la incertidumbre y el cansancio reinantes, seremos útiles si somos el germen de alternativas que vayan más allá de nosotros mismos y que sepan poner orden donde el PP, la corrupción y la precariedad han puesto desorden, chapuzas y el 'sálvese quien pueda'".

Recuperar el pulso de la calle y los militantes, frenar el desencanto de muchos simpatizantes y ponerse las pilas eran retos que tenían y siguen teniendo.

Como decían en un acto reciente: "Organizarse para vencer: manual de instrucciones". Ahí siguen.

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