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“La operación Lezo cancela la carrera política de Aguirre y abre en canal el 'aguirrismo'”

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Tiempo de lectura: 4'Actualizado 22:28

“Ya tenía ganas de venir aquí a disparar después del parón de Semana Santa. Me estaban saliendo telarañas en el cañón del revólver, pero la semanita que la política española nos ha dado requeriría no un revólver, sino algo más parecido a la madre de todas las bombas del amigo Donald. Tanto es así que no he encontrado buenos entre los políticos, así que me he ido a buscarlos a la literatura. Me permitirás que conceda el papel de bueno de la semana a don Eduardo Mendoza, que ayer recogió en Alcalá el máximo galardón de las letras españolas.

- El bueno: Eduardo Mendoza

Mendoza reivindicó el humor en la literatura española, humor que también podríamos aplicar a la política y al periodismo, que parecen actividades tan solemnes que a menudo caen en el ridículo sin pretenderlo. Y el mejor humor siempre va de la mano de la modestia. Mendoza es un gran escritor que se ríe de sí mismo, que a pesar de haber escrito algunas de las mejores novelas de toda la etapa democrática nunca creyó que le fueran a dar el Premio Cervantes, porque este premio tan campanudo suele reservarse para autores dramáticos, literatos muy serios y muy hondos que muchas veces conquistan el aplauso de cuatro críticos sesudos pero jamás el goce del público común. Mendoza ha conquistado las dos cosas sin perder jamás la clase ni darse importancia, y por eso le admiramos a él tanto como admiramos su elegante escritura.

Más razones para concederle el Cervantes, el genio que nunca dudó de la completa españolidad de Cataluña, como acredita el paso de don Quijote por Barcelona. Cuando le preguntaron a Mendoza qué había votado en aquel referéndum de cartón de Artur Mas, no se escondió ni se salió por la tangente: confesó con valentía que había votado NO, por estar convencido de que la independencia sería perjudicial y empobrecedora para los catalanes. La facción más militante de la industria cultural de su tierra no se lo perdonará, ni falta que le hace, porque cuando se tiene talento, sensatez, prestigio, lectores y ahora el Premio Cervantes, no se necesita la aprobación de ningún codicioso aldeano que entiende la cultura vernácula como un negocio sectario.

- El feo: Mariano Rajoy

Y lo es por el feo asunto de la citación que le ha cursado la Audiencia Nacional para que declare como testigo en el interminable proceso del inagotable caso gürtel. Ante semejante marrón, tres veces conjurado por decisión de otros magistrados, el PP reaccionó con perplejidad, después con ira y por último con inteligencia, que es la que mostró ayer el propio Rajoy al conceder un canutazo sonriente a los medios, asegurando que él está a lo que digan los tribunales y que colaborará con la mejor de sus disposiciones. Esa es la manera menos lesiva de encarar el problema.

Se tomará como una efímera y simbólica victoria de la oposición, y en especial de esa asociación filosocialista que ejerce la acusación popular y se anota la pionera gesta de que por primera vez un presidente de Gobierno en ejercicio declare ante un tribunal, después de que la misma sala rechazara por dos veces su solicitud por improcedente. Pero vista de cerca, la citación no da mucho de sí: le llaman en calidad de secretario general del partido, como antes llamaron a Acebes, Cascos e incluso Cospedal, y le van a preguntar por la financiación irregular de un remota campaña, sobre la que dirá las mismas cosas que ya ha dicho en infinitas ocasiones en el Parlamento y en los medios: que no hay caja B, que él no se ocupaba del día a día y que fin de la cita. Será, eso sí, un trago desagradable, una penitencia por la lamentable tolerancia del PP con la corrupción.

- El malo: Ignacio González

Tan malo que ha hecho llorar a Esperanza Aguirre. A la que ya solo puede salvar una ignorancia oceánica respecto de la catadura de sus más estrechos colaboradores. La operación Lezo no solo cancela definitivamente la carrera política de Aguirre sino que abre en Canal –con C- mayúscula el aguirrismo mismo, entendido como un falso liberalismo de amiguetes con las manos muy largas y el interés más puesto en las arcas públicas que en el fomento de la iniciativa privada. Por lo que vamos sabiendo, la avaricia de Nacho González amenaza con dejar la de Granados a la altura de un modesto carterista de metro. Básicamente porque el Canal de Isabel II manejaba un goloso presupuesto de mil millones de euros.

Mientras el PP no logre dejar atrás su etapa más negra, no será fácil atraerse el apoyo de ningún partido para la aprobación de ley alguna. La minoría del PP puede volverse claustrofóbica. Por eso es crucial que sus dirigentes tomen ejemplo de la actitud de Cifuentes, quien bien por cálculo antiaguirrista o por convicción regeneradora demostró una rara diligencia entregando al fiscal toda la documentación sobre el caso, cayera quien cayera. Y vaya si han caído.

- Una bala en la recámara

Solo una observación a propósito del sonrojante Tramabús de Podemos, al que la operación Lezo ha venido a pegar un manguerazo de gasolina justo cuando más ridícula parecía su patética iniciativa. Un autobús con pegatinas puede servir para justificar las pellas institucionales de la pareja dirigente, pero quien investiga, detiene y sanea el país son la Guardia Civil y los jueces y fiscales. Es decir, el sistema purgándose a sí mismo, sin necesidad de bufones motorizados invirtiendo nuestro dinero en una mezcla infantil de inquisición y vergüenza ajena.

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