Parece que Europa empieza a darse cuenta de la necesidad de abordar en serio el desarrollo de África para afrontar de raíz el problema migratorio. Como contraste, resulta sorprendente que el actual presidente de la Unión Africana y presidente de Ruanda, Paul Kagamé, haya declarado estos días que África no necesita niñeras para resolver sus asuntos internos. No ocurre así en la realidad, a la vista de la intervención de fuerzas extranjeras para combatir el terrorismo islamista ante la incapacidad de la Unión Africana que, por otra parte, viene mirando para otro lado cuando se trata de las mafias dedicadas al tráfico de personas que huyen del hambre y de las guerras.

A la vuelta de su viaje a Ginebra, el Papa habló ampliamente de la necesidad de que los gobiernos europeos inviertan inteligente y coordinadamente en África, especialmente en el terreno de la educación, para que el pueblo africano pueda guiar su propio desarrollo basado en sus riquezas naturales, en su tradición cultural y en la inteligencia de sus jóvenes. Armonizar todas las necesidades no debería ser un problema excesivamente complicado si se alcanza una solidaria cooperación entre la Unión Europea y la Unión Africana.