El Centro de Urgencias de Atención Primaria (CUAP) Peracamps de Barcelona recibió a las primeras víctimas en la tarde del 17 de agosto. "Fue caótico", según Núria León, doctora de este ambulatorio, ya que el aluvión de heridos no cesaba, algunos acompañados por la policía y otros por otras personas que les ayudaron.

Tanto ella como otros compañeros del centro de salud que ya habían terminado su turno o que no les tocaba trabajar ese día acudieron al enterarse del atentado, especialmente las enfermeras, ya que León cuenta que tienen un grupo de Whatsapp donde están permanentemente actualizadas. También se llamó a dos especialistas de traumatología, que resultan especialmente necesarios para asistir a los heridos de un acontecimiento de estas características.

"Se hacen unos triajes para valorar qué pacientes entran primero: los más graves, con traumatismos craneales, eran atendidos directamente y los menos graves tenían que esperar.  La mayoría de los heridos que trataron pudieron ser dados de alta el mismo día pero hubo unos diez que fueron trasladados al hospital. 

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Remarca la gran importancia del trabajo en equipo que hicieron, desde la administrativa, pasando por el personal de enfermería, los auxiliares, los médicos y la señora de la limpieza. "Nosotros hicimos nuestro trabajo como lo hacemos cada día y fue a posteriori, con tranquilidad en casa, cuando empiezas a asimilar la gravedad de lo ocurrido", según León. 

Preguntada por si el barrio vuelve a ser el que era, asevera que "la normalidad se repone enseguida, la gente sigue con su vida". Pero matiza, "sí es verdad que cuando paso por la Rambla, en el lugar donde pasó todo, yo sigo notando un estremecimiento y se me sigue poniendo la carne de gallina". Sin embargo, ella sigue pasando por allí porque sigue viviendo en Barcelona y "esta es mi ciudad".