Francia ha aprobado una modificación de la reforma constitucional para eliminar de ella el polémico término raza. En primer lugar, porque aguarda en sí mismo un carácter discriminatorilo debido a que, en realidad, solo existe una única raza. Por lo tanto, incurrimos en un error si utilizamos dicho término para diferenciar etnias o comunidades. No obstante, pese a su inexacto significado, es una construcción cultural que intenta definir con sencillez el racismo y que, por ejemplo, Estados Unidos utiliza de manera oficial.

La medida ha sido refendada por los 199 diputados presentes en la votación. Una decisión unánime que llega en un momento de exaltación del nacionalismo en Europa y que choca directamente con el pensamiento del expresidente de Francia Nicolas Sarkozy que en 2012 afirmó que esta proposición era innecesaria porque no supondría la eliminación del racismo, solo de la palabra.

España, por su parte, también considera dentro de la Constitución el término raza. Aunque solo sea en una ocasión. Exactamente en el artículo catorce del capítulo segundo donde dice: "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social". Es decir, en el mismo contexto en el que la usaba Francia, para ratificar la igualdad de todos los españoles sin importancia de cualquier condición. 

Tras el paso adelante de Francia, a España se le plantea el mismo debate que a su vecina. La supresión del término raza de la Constitución, aunque, es cierto que la importancia de esta expresión en la realidad de la sociedad de uno y otro país es muy diferente. España deberá decidir si quiere seguir el camino de Francia y acabar así con un término científicamente erróneo y que contiene de forma intrínsica una discriminación entre comunidades, pero que se ajusta a la realidad social del momento.