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Los vascos asisten al fin de ETA tras años de adaptarse a vivir sin violencia

Rafael Herrero

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 11:54

Rafael Herrero

La sociedad vasca contempla con interés y cierta frialdad el fin de ETA después de siete años de adaptación a la vida sin violencia, con la situación económica como principal problema acuciante que resolver.

Con ETA inactiva, la sociedad vasca relegó rápidamente el problema del terrorismo en la pirámide de sus preocupaciones, en cuya cúspide se situaron las cuestiones relacionadas con el empleo y el bienestar, según confirman todos los sondeos de prospección sociológica publicados en los últimos siete años.

El anuncio del cese de la violencia en 2011 impactó en una Euskadi que luchaba contra una tasa de desempleo por encima del 11 %, más del doble de la que registraba antes de la crisis económica. En el primer trimestre de 2008, justo antes del derrumbe, la EPA arrojaba una tasa de paro del 5,62 % en la próspera Euskadi.

Durante estos siete años, la recuperación económica se convirtió en el primer reto de los vascos, que llegaron a ver tasas de desempleo desconocidas, por encima del 16 % en el primer trimestre de 2015.

Cuando ETA anunció su cese, la economía vasca crecía un 0,6 %, aunque llegó a conocer posteriormente una recesión de hasta el 4 %. Siete años después el PIB de Euskadi crece un 2,9 % (2017) y la tasa de desempleo se sitúa actualmente en el 10,76 %, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicados en abril.

Con este panorama, ETA pasó de ser la principal preocupación de los vascos (39 %) en 2001 hasta convertirse en un problema residual, citado por el 1 % de los encuestados por el Sociómetro Vasco, que elabora el Gobierno Vasco, de septiembre de 2016.

Un dato confirmado por el Euskobarómetro -un sondeo elaborado por la Universidad del País Vasco- de diciembre de 2017, en el que la preocupación por la violencia, la pacificación y los presos se situaba también en el 1 %.

En estos siete años, Euskadi ha conocido también otro efecto de la normalización, la eclosión definitiva del turismo. En 2011 ya había batido todas las marcas, al acoger a 2,4 millones de visitantes, pero sin el lastre de ETA, entre otros factores, la cifra se ha disparado en 2017 hasta los 3,6 millones, hasta el punto que el debate ahora se centra en cómo hacer "sostenible" la masiva llegada de turistas.

"Hoy por fin se disuelven. Por la tarde iré a nadar", fue el mensaje que el escritor Fernando Aramburu, uno de los notarios literarios -no el único- que ha radiografiado la brecha que la organización terrorista abrió en Euskadi, publicó en su cuenta de Twitter el pasado jueves. Como a él, a la gran mayoría de los vascos el fin de ETA les pilló en medio de sus quehaceres diarios.

De hecho, la esperada desaparición de ETA ni siquiera mereció un puesto de honor entre las etiquetas más populares de la citada red social.

Una hora después de conocerse el comunicado del pasado 3 de mayo, sólo "Josu Ternera" figuraba entre las citas más repetidas, en el penúltimo lugar. En Euskadi, el "trending topic" más popular era a las 15.00 horas "elconquis16" -alude a un célebre programa de la televisión vasca- y el segundo era "Liverpool".

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La adaptación de la sociedad al escenario sin violencia también se ha dejado notar en su comportamiento electoral. En mayo de 2011, cuando se barruntaba el final de una ETA que llevaba dos años sin matar en España, Bildu disparó su apoyo en las urnas, como había sucedido históricamente en épocas de tregua.

La coalición se hizo con los gobiernos de Gipuzkoa y del Ayuntamiento de San Sebastián, pero cuatro años después, cuando los vascos ya habían asumido la nueva situación sin violencia, perdieron ambas plazas exclusivamente por sus graves errores en la gestión, sobre todo por una cuestión tan práctica como el tratamiento de las basuras.

Los vascos han descontado a ETA de la ecuación, lo que no significa que se hayan abandonado al olvido, ya que la construcción de la memoria de las décadas de violencia sufridas constituye ahora el principal terreno de juego entre los distintos sectores políticos y sociales que conforman la pluralidad de Euskadi.

En ello están poniendo su empeño diferentes instituciones, que han alumbrado en estos años instrumentos como el Instituto Gogora y el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, encargados de recopilar y propagar la memoria de lo ocurrido, un asunto espinoso que también se debate en la ponencia de convivencia del Parlamento Vasco.

La actitud de los vascos en este punto aparece dividida. Una encuesta elaborada por el Euskobarómetro y el Centro Memorial entre mayo y junio del pasado año indica que el 44 % de los ciudadanos de Euskadi apuesta por "pasar página" del pasado violento, mientras que el 43 % sostiene que se debe "defender la memoria de las víctimas". Esta posición ha avanzado 7 puntos en los últimos años.

El mismo trabajo señala que 7 de cada 10 vascos consideraba "improbable" que ETA o algún grupo disidente volviera a utilizar la violencia. El 79 % opinaba que debían desaparecer las pintadas y carteles de enaltecimiento de la banda terrorista.

Esta misma encuesta mira al futuro y también detalla que el 74 % de los ciudadanos de Euskadi apoya el acercamiento de los presos de ETA a sus lugares de origen, una de las cuestiones que ocuparán un puesto relevante en el debate político vasco a partir de ahora.

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