El mercado laboral debe adaptarse a las necesidades de flexibilidad y seguridad que plantean las nuevas economías avanzadas para hacer frente a la tasa de desempleo "intolerablemente alta", el paro de larga duración, la temporalidad y el desempleo juvenil, según una publicación de Funcas.

En el nuevo número de su revista "Papeles de Economía Española", Funcas incluye un artículo de Héctor Sala y Pedro Trevín que analiza la volatilidad en el empleo y que lo relaciona con el crecimiento económico.

Los autores concluyen que un crecimiento en torno al 1 % del PIB supone un descenso del 0,7 % de la tasa de paro, por lo que valores de expansión de la economía alrededor del 3 % conllevarían una disminución del 2 % del desempleo.

En otro artículo, Florentino Felgueroso, José Ignacio García-Pérez y Marcel Jansen cuestionan la mejoría real de la precariedad laboral, debido al uso extendido de los contratos de muy corta duración, que no son totalmente captados con los datos de la Encuesta de Población Activa.

Utilizando datos de los servicios públicos de empleo, determinan que el mayor uso de contratos de corta duración y el aumento del número de contratos por persona están afectando a las trayectorias laborales futuras haciéndolas más inestables y con salarios más bajos, lo que dificulta el acceso a un empleo indefinido.

Otro de los artículos -firmado por María Arrazola, Sofía Galán y José de Hevia- analiza los efectos del desempleo juvenil en España y concluye que aquellos trabajadores que pasaron más de seis meses desempleados antes de los 30 años de edad sufren con mayor probabilidad el desempleo durante su vida laboral, afectando en mayor medida a las mujeres y a individuos con menor nivel formativo.

Por otra parte, R. Domenech, J. R. García, M Montañez y A. Neut sostiene, sostienen en otro artículo que la adopción de nuevas formas de trabajo contribuye a reducir la vulnerabilidad a la automatización, por lo que la capacidad de adaptación del trabajador y de la empresa puede contrarrestar el riesgo de pérdida de empleo.

Por ello, la probabilidad de que un asalariado que teletrabaja sea sustituido por una máquina es 15 puntos menor que quien no lo hace.