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La parodia perfecta de la novela negra: "Las gafas negras de Amparito Conejo"

Pilar Martín.

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 10:19

Pilar Martín.

El esperpento de Valle-Inclán o Goya y la estructura literaria de Shakespeare se han rendido a los encantos del diván en "Las gafas negras de Amparito Conejo", el libro ilustrado de los argentinos Guillermo Roz y Oscar Grillo donde a ritmo de tango "parodian" todo un género: la novela negra.

Roz y Grillo, o como ellos se describen "una hormiga y un dinosaurio", han hecho de su corta amistad una suerte de relación filial que no se concibe si se tiene en cuenta que ambos se hablaron por primera vez a través de Facebook hace no mucho más de un año.

Y lo hicieron después de que Roz soñara que Amparito Conejo tomaba forma con el trazo de Grillo, algo que fue decisivo para tener claro que si no la dibujaba su compatriota ésta no saldría adelante.

Pero la historia le salió bien y Grillo, que vive en Londres, aceptó el trabajo y Roz no dudó en viajar a la capital británica desde Madrid, donde vive desde 2002, para pasar un día entero haciendo "dibujitos".

Por eso, según cuentan a Efe, al estar separados por la distancia y no ser muchas las ocasiones de poder estar juntos, la promoción de "Las gafas de Amparito Conejo" se ha convertido en algo parecido a "enviarse cartas" para "clarificar" sus relaciones amistosas, bromea Grillo (Buenos Aires, 1943), el creador e "iluminador" de Amparito y todos los personajes que tejen la trama.

Aunque que nadie se crea que estamos ante una novela negra, sino ante una "parodia" que se ríe del género, aunque no "adrede", según confiesa Roz, este argentino que en 2015 ganó la XVI edición del Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones con su último novela "Malemort, el Impotente".

Editada por La Huerta Grande, para ambos argentinos es un "juego de damas" en el que las diferentes historias "se acomodan" para crear un argumento contado en primera persona por Amparito Conejo, una "mujer canija resentida con el mundo", que se propone descubrir al asesino de su amado, el director del instituto donde trabaja.

Y lo hace con la melodía de una banda sonora repleta de letras de tangos, porque Argentina, sus gentes y su idiosincrasia está en "Las gafas negras de Amparito", reconoce Roz (Buenos Aires, 1973).

"Esta novela es un poco autobiográfica pero la idea, cuando terminé de escribirla, fue que todos tenemos a estos personajes en nuestra vida y, de alguna manera, por eso puede ser shakesperiana porque son prototipos de perfiles", añade haciendo alusión a Lunari, las hermanas Dancer o Goyeneche, esos "sospechosos" del asesinato del director Pereyra Iraola a los que el escritor dedica un capítulo por cabeza.

"Con Amparito hay algo que no me pasó en las otras novelas, me di cuenta de que para contarla tenía que contar con muchas historias, los sospechosos me obligaban a hacerle una biografía, y esa biografías son absolutamente diferentes, cada una de su padre y de su madre, pero todo tiene el mismo nivel de opresión, amor, cariño, incertidumbre", agrega ante la mirada de Grillo.

Pasiones que derrochan estos protagonistas en texto e ilustraciones, y que Amparito intenta disimular, esconder o fingir detrás de sus gafas negras, esa "varita mágica" que "todos necesitamos en la vida".

Según Grillo, su función en este libro ha sido dibujar "añadiduras al texto" porque, destaca, Roz no ha descrito físicamente a sus personajes, sino que da solo pequeñas pistas sobre sus características físicas: "Guillerno no describe a Amparito, salvo que dice que es canija, y me tocaba a mi hacer el casting y ahí es donde me sentí más cómodo".

Para ello ha utilizado sobre todo el blanco y negro, aunque el lector se encontrará también otros colores -no más de cuatro- con los que fabrica ambientes donde se respira ese ambiente que hace que aunque la novela esté cargada de las pequeñas y grandes miserias humanas, al final predomina la sensación de ternura y compasión.

"Pero hay que hacerlo mínimamente -concluye- uno no puede cargar una novela con dibujos que la gente se quede tres horas mirando, el dibujo nunca tiene que caerse encima del texto, tiene que aportar pero sin hacer ruido".

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