Rabia, impotencia e indignación son los sentimientos de A Coruña el día después de la detención de un vecino de Labañou que confesó matar a su hijo de once años. Trescientas personas recordaron en María Pita al pequeño Javier entre muchos abrazos y muestras de condolencia. A la concentración se sumaron placeras de San Agustín, donde trabaja la abuela del pequeño, o el colectivo de conserjes de colegios, que formó espontáneamente un círculo tras el minuto de silencio. 

Hasta el Deportivo de La Coruña se unió en su entrenamiento a los minutos de silencio secundados por cientos de personas en dependencias municipales, edificios administrativos como los consistorios, herculino y el de Oza-Cesuras, la Diputación o el colegio del pequeño. Especialmente duros son estos momentos para una comunidad educativa, la del colegio San Francisco Javier, rota de dolor. No solo han perdido un alumno. La madre del pequeño es conserje en ese centro.