Vivir es viajar. Unas veces sin rumbo fijo, otras -las más y las mejores- con una meta. El Córdoba ha alcanzado el objetivo de los play-off y desde el club se ha lanzado el eslogan “Un viaje apasionante” para publicitar el encuentro ante el Girona. Imposible un lema más acertado. No hay nada más excitante para un cordobesista -en general, para cualquier aficionado de un equipo mediano- que pasar una o dos semanas pensando en cómo vivir el que puede ser el día más grande de su año. En los próximos días no importara nada más que lo que se vivan en los 180 -ojalá 360- minutos siguientes de fútbol. No habrá cosa que no recuerde a Girona o al Girona. Las miradas se desviarán de reojo al posible siguiente rival aunque se busque una mesura a todas luces imposible a estas alturas de la película. Ahora nadie se acuerda de lo vivido hasta este momento. Ni de las ausencias -la ausencia del artillero, sobre todo-. La unidad, la mesura y el discurso sosegado se mezclarán con las arengas que llegarán desde quienes lo sienten y desde quienes tienen que parecer que lo siente. Personas que no conocen ni el pasado, ni el presente ni el futuro del club se empiezan a interesar y, tal vez, terminen embarcándose en ese viaje y les resulte tan apasionante como a los miles que ahora lo disfrutan. Sí, el viaje -pase lo que pase- es apasionante. Si, como escribió Henry Miller “nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”, el viaje, aparte de apasionante, puede resultar tremendamente instructivo. Disfrutemos.