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'CON BASKET SÍ HAY PARAÍSO'

La sinfonía eterna de Petrovic

Drazen Petrovic

Drazen Petrovic

cope.es

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 22:02

Hay cosas que la razón no atiende, porque le es imposible concebir su propio final, y aceptar el final prematuro de cualquier ser querido es aún más doloroso. Nadie está preparado para eso, pero sucede también en el mundo del deporte, en el que somos tan capaces de identificarnos con sus protagonistas , que sentimos profundamente las pérdidas casi como si fueran de nuestra propia familia.

Aunque jamás hubiéramos cruzado una palabra con esa persona, es la enorme identificación magnética que sentimos con los astros del deporte que la sentimos como propia. La explicación es lógica, si alguien nos ilumina, nos ilusiona, nos hace vibrar, si aportaba unos minutos de felicidad en la cancha, como fue Drazen Petrovic, fallecido hará ahora 25 años, algo se rompe cuando desaparece ese ser.

No podemos evitarlo, nos invade una profunda melancolía, aún hoy muchas personas que admiraban profundamente al genio croata que no han superado su pérdida, o sencillamente se conmueven al hablar de él. La melancolía que produce proyectar que pudo llegar a ser alguien tan genial jugando a baloncesto, que sólo vivió 28 años y se encontraba en el despegue de su carrera en la NBA tras haber sido el mejor europeo en las filas de Cibona y Real Madrid, y haber conquistado dos títulos con la extinta Yugoslavia, es inmensa.

Pero ¿ y si Petrovic ya había cumplido su misión? es aberrante sí, pensar que una vida se pueda cortar a los 28 años y pensar que estaba todo hecho, naturalmente es absurdo, es algo que la razón no puede asumir; quedaba tanto por hacer, una persona en la flor de la vida,  que habría seguido ligado al baloncesto y el deporte, o tal vez no, que sería homenajeado posiblemente en todas las canchas que visitara, que habría conquistado seguramente cotas importantes en la NBA, podría tener algún anillo, haber sido All Star, podría haber formado una familia antes de que un maldito camión se cruzara en su camino en una autopista del sur de Alemania, podría haber seguido aportado cosas al deporte, quién sabe qué cargo desempeñaría ahora mismo en Croacia donde tenía categoría casi de jefe de Estado, algo sólo comparable quizá a Sabonis en Lituania, posiblemente sería parte del Hall of fame de la NBA, sería reverenciado en los pabellones de la NBA en los All Star, en las finales, quizá le veríamos junto a Bill Russell, Olajuwon, Mutombo, Julius Erving y tantos otros que son imagen de la NBA en sus grandes citas. 

¿Quién sería Petrovic hoy? Pero hay otra pregunta que nos hacemos, si estamos hoy hablando de Petrovic, después de que los Brooklyn Nets, la franquicia heredera de los New Jersey Nets en los que jugó, han colgado en lo alto del pabellón en Brooklyen la camiseta con el dorsal número 3, retirado tras la muerte del astro croata, si se siguen viendo sus vídeos, si se siguen escribiendo textos sobre Drazen Petrovic más de dos décadas después de su muerte, si el 7 de Junio será recordado en todo el mundo en el 25 aniversario de su desaparición, si todavía hoy aficionados se compra su camiseta, es que debemos hacernos otra pregunta, ¿se puede vivir sólo 28 años y trascender? ¿se puede tener una vida tan corta y ser capaz de impactar de la manera en la que lo hace Petrovic? ¿se puede vivir 28 años y ser un ídolo, y ser considerado por muchos como el mejor jugador europeo de siempre? Sí, obvio.

Drazen Petrovic es una de las personalidades de la historia del baloncesto. Es cierto que una muerte prematura crea el mito, en el deporte y en otros ámbitos de nuestra vida, como la música o el cine, pero una muerte prematura no crea a alguien que trascienda. Petrovic empezó a trascender en cuanto alcanzó la élite, desde el primer día que le vimos jugar.

Aún se recuerda su aparición en el baloncesto europeo, no se había visto nada igual. Al potentísimo Real Madrid lo humilló, Apareció un chico enclenque con una cabellera rizada de adolescente imberbe que doblegaba a sus rivales y además se lo decía, resultaba humillante porque se iba de su contrario y si era necesario volvía para hacerlo de nuevo, y si era necesario aplaudía en su cara, era algo difícil de soportar para un equipo del orgullo de los blancos que ya paseaban tantísimas copas de Europa.

No se había visto nada igual, de dónde salía ese demonio de chico.Y como era mejor ficharle que hacerse esas preguntas sin respuesta, el Real Madrid le fichó. 

Drazen Petrovic  era un falso lento.  Parecía moverse en cámara lenta pero resultaba que sus rivales no le alcanzaban en sus cambios de ritmo, o caían en sus fintas, o se quedaban atrás en ese primer paso tras estático, parecía moverse a una velocidad controlable para el rival, pero eso no ocurría nunca, siempre encontraba un camino a la espalda del defensor, siempre llegaba antes tras bloqueo para coger y tirar, encontraba huecos por donde parecía imposible, un anotador compulsivo, dicen que un obsesionado del trabajo y por ganar.

Para medir cómo eran sus movimientos es bonito repasar sus emparejamientos con Michael Jordan. Que un blanco fuera capaz de medirse en el cuerpo a cuerpo con Jordan, e incluso hacer que el más grande cayera en alguna de sus fintas, da una idea de cuál era su potencial, y esa falsa cadencia pausada que no era tal. Quienes se medían a él en la pista nos podrían hablar mucho mejor sobre esa sensación ante el juego del croata.


Su destino inevitable era la NBA, y su ascensión en la mejor liga del mundo cuando los europeos eran una especie extraña, parecía imparable tras un arranque difícil en Portland y un protagonismo cada vez mayor en los New Jersey Nets. 

Todo acabó ese 7 de Junio de 1993, pero para entonces Petrovic ya había trascendido, es decir, no es su muerte quien le convierte en una leyenda, sí le da una profundidad diferente al mito, porque no somos capaces de aceptar del todo que alguien se vaya, pero el Mozart del baloncesto ya había trascendido antes de marcharse. Una vida corta que deja un legado, porque abrió el camino de la NBA a los europeos, a eso se refirió su madre Biserka Petrovic en el acto de izado de la camiseta de Drazen que ya cuelga del Barklays Center de Brooklyn.

Si el genio del baloncesto vivió 28 años, el genio de la música con el que le comparan, Mozart, vivió 35 años. Cómo es posible que en tan solo 35 años alguien deje el legado que dejó el músico austriaco. Qué clase de talento innato debe tenerse. 

Quizá lo que no somos capaces de asumir ni entender no entiende es que por alguna razón que desconocemos, su talento tuvo suficiente plasmándose en tan corta vida, dejando un legado para la eternidad y el disfrute de todas las generaciones venideras. La vida sería peor hoy sin Mozart, no cabe duda, y el baloncesto también sería peor si no hubiera conocido un genio como el de Sibenik. 

Aunque cortas, sus vidas dejaron un legado hermoso fuente de inspiración para las generaciones siguientes. Y por ello siempre les estaremos agradecidos, antes de descansar en paz

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