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TOROS | La Guadamilla, noble novillada

Vuelta para Díeguez en una interesante tarde en Madrid

Tarde interesante en cuanto a la actitud de los novilleros y el juego de algunos de los novillos fue lo que dio de sí la segunda novillada de promoción de julio, celebrada este domingo en la plaza de Las Ventas.

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Tiempo de lectura: 2'Actualizado 27 may 2017

Madrid, domingo 14 de julio de 2013. Un quinto de entrada. Cinco novillos de "La Guadamilla", con cuajo aunque desiguales de cornamentas, nobles y de juego variado. Los mejores, segundo, tercero y quinto. El resto, blandos y sin fondo. El sexto fue un sobrero de Javier Molina, bruto y sin clase. Tulio Salguero, ovación y silencio tras aviso. Mario Diéguez, ovación y vuelta tras petición y aviso. Roberto Blanco, silencio tras dos avisos y silencio.Da gusto ver a novilleros que huyen del academicismo a la hora de manejar los trasteos de torear, que desarrollan una personalidad propia, ajena a los "modelos" que existen hoy en día en el escalafón, a los que, lejos de querer copiar, sirven de complemento a un concepto identitario.Así anduvieron los tres espadas actuantes, cada uno con su estilo y sus limitaciones, de entre los que destacó Salguero, el que mejor sabor dejó en conjunto en una tarde en la que Diéguez dejó apuntes interesantes y en la que Blanco "pinchó" una buena faena al tercero.El bonancible primero, que tuvo clase en el capote, sin embargo, acabaría dejándose las fuerzas en el peto, por lo que llegó al último tercio prácticamente desfondado.Difícil papeleta para Salguero, que, en cambio, a base de suavidad y mucho sosiego consiguió entonados pasajes sobre la diestra antes de acortar distancias, con el novillo cada vez más quedado, para acabar epilogando su valiente labor con varios naturales sueltos de buena factura.Con cuarto se topó Salguero con idéntico panorama: novillo noble pero muy mermado de fortaleza, al que toreó con buen gusto dentro de una labor interesante por la actitud del novillero, muy quieto y aguantando los frenazos y parones del astado, e incluso robando muletazos de notable expresión.El sevillano Diéguez tiene "cositas" que hacen entrever buen concepto, aunque, todo hay que decirlo, está un poco verde en algunos aspectos técnicos, que con el tiempo acabará puliendo.Su primero, que manseó en los primeros tercios, tuvo mucha transmisión en la muleta y, aunque Diéguez lo paso por uno y otro pitón, le faltó templar las embestidas, haciendo un toreo un tanto eléctrico, y acompasando más que mandando.En el quinto se mostró más animoso Diéguez, y más centrado. Gustó en el saludo a la verónica y posterior galleo por chicuelinas, y, muleta en mano, llevó a cabo una labor más sosegada y mejor estructurada, aunque toreando un tanto "al hilo" y, nuevamente, acelerándose según transcurría la lidia.Pero lo importante fue que Diéguez conectó con la gente, y, tras pasaportar al animal de una estocada, hubo pañuelos en la petición, que, para variar, obvió el presidente.Blanco ratificó el buen sabor que dejó en San Isidro. A su primero, al que recibió de hinojos en la puerta de toriles, le instrumentó una faena de corte clásico, de muletazos largos y por abajo, con mucho temple y ligazón, llevando muy toreado al animal, que, aunque un punto rebrincadito, "se dejó" por el lado derecho.Al natural no hubo la misma sintonía, ya que por ahí el astado se quedaba más corto, y aunque volvió nuevamente sobre la diestra, aquello ya no fue igual, por lo que la labor, como el utrero, fue de más a menos, diluyéndose por completo por el mal uso de los aceros, llegándole a sonar dos avisos.El sobrero que cerró plaza, sin clase y desarrollando sentido, puso en algún que otro apuro a un Blanco que anduvo valiente pero sin poder resolver.

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