Este verano está siendo especialmente dramático en lo que a violencia doméstica se refiere. Veinticinco mujeres han perdido la vida en España, asesinadas a manos de las personas con las que convivían. En algunos de los casos la tragedia ha afectado también directamente a los más pequeños, los hijos que sufren directamente las consecuencias de las malas relaciones entre los padres.Es una cuestión de profundas raíces antropológicas. Se trata de personas que entienden al otro como un objeto, que lo cosifican y entienden que es de su propiedad y, por lo tanto, que pueden hacer con él lo que se les antoje, con el agravante de que el hombre usa su mayor fuerza y utiliza los elementos de poder y dominio que una relación insana le proporciona. Por desgracia, los remiendos ideologizados que a menudo se nos proponen desde perspectivas de género no solo no aportan soluciones sino que agravan los problemas.El nuevo protocolo de valoración de riesgos que ha puesto en marcha el Gobierno es una buena iniciativa. El riesgo cero no existe, pero se pasa de tener 16 indicadores a tener 39, se incorporan iniciativas interesantes en nuevas tecnologías y, sobre todo, se tienen en cuenta de manera exhaustiva los entornos sociales de las víctimas.En cualquier caso, aunque es muy necesario mejorar los protocolos, lo que es verdaderamente urgente es que algunos responsables públicos dejen de hacer política pequeña, de partido, con una cuestión tan seria. Erradicar toda violencia, también y de manera urgente la violencia contra la mujer, es responsabilidad de todos, que exige altura de miras, educación, en particular en las nuevas generaciones, prevención y actuación firme contra los maltratadores.