El pasado domingo las elecciones legislativas venezolanas confirmaron lo que las encuestas y el día a día venían demostrando tozudamente. Una mayoría de venezolanos desea salir de la situación política, social y económica en la que viven. Y se pudo. La oposición conformada en torno a la Mesa de Unidad Democrática ha obtenido una mayoría parlamentaria, que si se administra sin euforias ni revanchismos puede conducir una transición desde dentro, pacífica y ordenada.El régimen lo intentó todo: prorrogar indebidamente la jornada electoral, crear un partido fantasma supuestamente opositor, expulsar a algunos de los observadores internacionales, pero al final triunfaron los resultados. Eso sí, gracias a la intervención del Alto Mando militar que obligó a Maduro y a Cabello a asumir públicamente la derrota. La victoria de Macri en Argentina y la apertura de Cuba a Estados Unidos son factores que no pueden desdeñarse. El chavismo se ha quedado sin apoyos. Por eso es imprescindible que la oposición administre con prudencia la victoria.Capriles lo sabe. Ha insistido en ello antes, durante y después de las elecciones. Nada puede ser inmediato en Venezuela. Y no solo porque el oficialismo controla el poder ejecutivo, sino porque la MUD debe ponerse al servicio de todos los venezolanos; también de los que votaron por la continuidad.