Desde los atentados del 11-M la policía española es muy consciente de que nuestro país figura entre los objetivos de los grupos terroristas islamistas, como lo es en general occidente, con Estados Unidos a la cabeza. Por eso no sorprende la detención en Zaragoza y Murcia de dos presuntos militantes del llamado “yihadismo”, cuyos dirigentes más cercanos se agrupan en torno a la organización “Al Qaída del Magreb Islámico” al otro lado del Estrecho. Este grupo, que procede de los restos islamistas que provocaron la reciente guerra civil en Argelia, ha tratado de apoderarse de Malí y lo hubiera conseguido de no intervenir el Ejército francés, al que se han unido fuerzas africanas y estos últimos días, especialistas españoles que se dedicarán a la formación de las fuerzas armadas malienses. Uno de los detenidos ayer trató de introducirse en la red islamista del Sahel, y si no lo consiguió ha sido por la colaboración entre Europa y el Norte de África que ha establecido una eficaz malla de vigilancia. Este tipo de terrorismo exige  mantener un estado de alerta permanente, sabiendo que puede golpear en cualquier momento porque se ha infiltrado con toda normalidad en las sociedades democráticas, como ha ocurrido en Boston. A largo plazo es necesaria una intensa actividad diplomática para que sean los países islámicos los primero en poner freno a las prédicas incendiarias contra la civilización occidental, y por ende, contra las minorías cristianas que viven en su seno en un permanente estado de zozobra, como por desgracia ocurre cada día en Egipto y Siria.