Teresa, madre de cinco hijos, ha explicado que fueron a México "a reforzar la misión, ellos querían trabajar la pastoral familiar, con matrimionios y novios" ya que "queríamos hacer el plan de Dios, abrimos las orejas y sentimos una llamada a salir de misión. Sí, Dios nos habló, fue muy insistente. Lo hablamos, lo rezamos, estuvimos dos años pensándolo y buscando una respuesta. Y sí, era de Dios y todo salía rodado, no tuvimos ningún problema".

¿Qué se han traído de México a su vuelta? Lo dice sin dudar: "La idea de que el tiempo no es como lo vivimos aquí en Europa, como una esclavitud. Allí es otra cosa, hay que usarlo con la gente, no con las cosas" ya que "nos dábamos cuenta de que allí el horario no es tan exigente como aquí, nos daba tiempo a estar con la gente".

Asegura que "hemos traído la idea de que la fe se comparte, y de que el misionero no va a un sitio a que todos le hagan caso sino a compartir, porque la fe se vive de muchas formas".

"Hemos traído la idea de que la fe se comparte, el misionero va a compartir"

Por su parte, Aarón, uno de sus hijos, relata que allí hacía "mucho calor, en verano llegábamos a los 52 grados, y la comida era muy buena". Asegura que era impactante ver a los otros niños porque "algunos cuidaban a los pequeños pero otros trabajaban", y reconoce que "al principio no entendía por qué teníamos que venir, por qué nosotros. Pero luego uno se va acostumbrando al sitio y va viendo a Dios en todo eso, y eso se le va haciendo más ameno", por lo que, asegura, "me ha servido para formarme como persona".