En espera del debate en el Congreso de los Estados Unidos sobre la operación de castigo contra el régimen sirio, la Administración de Obama se esfuerza por difundir las evidencias sobre el uso de armas químicas en la guerra civil siria. Lo que no se ha establecido con claridad es quién utilizó tales armas, que también figuran en el arsenal de las fuerzas rebeldes que combaten al dictador Bachar El Asad.Con armas químicas o sin ellas, lo cierto es que la guerra prosigue su curso letal después de causar más de cien mil muertos y millones de refugiados. Y es una guerra que está siendo alimentada con los envíos masivos de armas que llegan de oriente y de occidente junto con las milicias extranjeras, como acaba de recordar el patriarca greco-melkita Gregorio III. El líder espiritual de los católicos sirios, que se une los gritos de paz lanzados por el Papa día tras día, ha puesto el dedo en la llaga al afirmar que esa guerra no se gana ni con las armas ni con la violencia y ha denunciado la intervención de los “yihadistas”, que se ocupan de exterminar a la minoría cristiana. La única oportunidad para la paz consiste, una vez más, en el diálogo. Pero ese diálogo pasa, a su vez, por el acuerdo previo y necesario de Rusia y Estados Unidos, no solo en el caso de Siria sino de todos los conflictos que envenenan el Cercano Oriente desde hace décadas.