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TOROS | Vuelta para El Cordobés en Sevilla

Sentido de la lidia y de la escena

Los diestros andaluces Juan José Padilla y "El Fandi", aun sin cortar orejas, tuvieron una seria y sabrosa actuación en la corrida de este sábado en Sevilla, en la que "El Cordobés" dio la única vuelta al ruedo de la tarde.

El Cordobés interpretando el Salto de la Rana este sábado en Sevilla. EFE

El Cordobés interpretando el Salto de la Rana este sábado en Sevilla. EFE

cope.escope.es

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 26 may 2017

Sevilla, sábado 20 de abril de 2013. 11ª de Feria. Casi lleno. Toros de Torrestrella, muy desiguales de peso, tipo y volumen. En general, de juego deslucido y a menos, salvo el noble primero, que se jugó como sobrero. El Cordobés, vuelta y silencio. Juan José Padilla, ovación y silencio. El Fandi, silencio en ambos.Desde hace unos años, las corridas del sábado de "farolillos" en la Maestranza tienen un tono demasiado "festivo". Normalmente con toreros de los llamados "mediáticos" en el cartel, a los tendidos acude un púbico muy distinto al de las tardes estelares, con un espíritu benevolente y desacomplejado. De ahí el desprecio que tardes como estas provocan a priori entre los aficionados que se tienen por exigentes. Pero en la tarde de ayer, a pesar del deslucido y a veces problemático juego de los toros de Torrestrella, o tal vez por ello, el buen catador pudo disfrutar de momentos de gran valor, de muchos de esos detalles de buena lidia y sabor añejo que se echan de menos tantas tardes con toreros mejor considerados. Muchos de esos instantes los protagonizó Juan José Padilla, que dio una tarde de toros cargada de torería y reposo, aun a pesar de que su lote no favoreció mucho el lucimiento. El de Jerez supo manejarse con gran inteligencia y asentamiento ante ambos, sacó recursos inusuales y llenó la escena con una actitud de visible disfrute por volver a pisar este ruedo después de tantos meses de calvario tras la gravísima cornada de Zaragoza. Variado, vistoso y templadísimo con el capote -alguna verónica al toro devuelto a corrales la hubiera firmado su amigo Morante-, Padilla cuajó, además, dos tercios de banderillas cargados de clasicismo, con variados embroques -dos de ellos al quiebro- y reuniendo siempre en la cara de sus toros con despaciosidad. Su primero tuvo unas embestidas muy desiguales e inciertas, muy a menos en su fondo, y Padilla le sacó muletazos templados, afirmado siempre sobre las zapatillas, y envuelto todo con un poso de sabor antiguo. Una gran estocada dio paso a una mayoritaria petición de oreja que el presidente no quiso conceder, tal vez por que también llegó a la plaza con prejuicios de "buen aficionado". El quinto se aplomó a las primeras de cambio, absolutamente vacío, y esta vez el jerezano se afirmó muy cerca de los pitones para provocar, asustando al miedo, las emociones que parecían imposibles por otra vía. Una variada colección de alardes y adornos poco habituales dieron estructura y sentido a su empeño. También El Fandi firmó dos soberbios tercios de banderillas, con espectacularidad, pero, esta vez, no menos meritorios y arriesgados. Jugando con los terrenos con astucia de ajedrecista, el granadino puso en pie a la Maestranza con pares variados y adornados con poderosos jugueteos en la cara de ambos toros. Con la muleta no pudo sacarle mucho al tercero, un soso astado que nunca se empleó, y se enfrentó con un serio valor ante el sexto, un manso aquerenciado en tablas que fue desarrollando creciente peligro por sus ceñidas embestidas en busca del torero. El Fandi solventó tantos problemas sobrado de habilidad y de pundonor. También a El Cordobés se le pidió una oreja negada por la presidencia, en concreto tras una faena ligera y liviana al mejor toro de la corrida, ese primero con el que, al amparo de los tendidos de sol, desplegó finalmente sus efectos especiales: guiños para el público, saltos de la rana y demás artificios. Y ahí quedó todo, porque no pudo volver a utilizarlos con el cuarto, un toro manejable que se fue apagando a medida que Manuel Díaz amontonaba decenas de muletazos insulsos y despegados.

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